Sumisión
La lluvia caía rápidamente y a grandes cantidades. Mojaba todo a su paso, formando pequeños charcos de agua en la calle. No había nadie afuera, tampoco vehículos que pasaran por el lugar. En ese momento, desierto. Era la palabra correcta para definirla.
Todos las personas del vecindario, deben estar refugiadas en casa.
Esa suposición era correcta, todos estaban refugiados en casa. Nadie estaba si quiera mirando a través de alguna ventana, como hacia Odio en ese instante. Mediante la gran ventana que había en la sala de estar de su casa, observaba con mucha admiración el caer de la lluvia. Desde hacía aproximadamente media hora, no se había movido de su posición. Estaba parado frente a la gran ventana, con su rostro muy cerca de esta. Y sus manos, reposaban en ella. Anhelando poder tocar aquellas gotas que estaban fuera, pero que parecían estar dentro.
Él, quería atravesar aquella ventana para poder sentir, al menos, como la lluvia caía sobre su piel.
—¿Quieres salir? — inquirió Sumisión, mirando a su hijo con mucha devoción.
Por primera vez, desde que había empezado a llover. Odio, fijó su vista en un punto distinto, su madre.
—¿Podemos? — fue lo que respondió, con mucha ilusión y una curiosa sonrisa.
—Hagámoslo sin que papá se entere— susurró Sumisión.
Abrió la puerta despacio, y salió junto a su hijo para que este hiciera eso que tanto deseaba.
Al poco tiempo, ambos terminaron empapados. Odio, no pudo evitar extender sus manos bajo la lluvia para que las gotas cayeran sobre ellas. No era suficiente con todo lo que caía sobre él, quería sentirlas también en sus manos. Al sentir lo refrescante y la suavidad que traía consigo esta, le fue inevitable no sonreír. Tomó las manos de su madre y empezó a saltar en los charcos de agua, como si fuera un niño que necesitara jugar. Su madre, no se resistió, así que terminó imitando la acción del chico. Ambos comenzaron a jugar, divertirse y reír sonoramente bajo la lluvia.
En el rostro de Odio, por primera vez después de mucho tiempo. Había una sonrisa real, producto de buenos sentimientos. Producto de la Alegría.
Odio, soltó la mano de su madre para mirar algo que había llamado su atención detrás de ella. A través de unos arbustos que permanecían cerca de su casa, pensó que algo se movía. No logró identificar que era, por eso empezó a acercarse. No entendía porque sus pies se dirigían a ese lugar, pero no podía detenerse.
Llegando frente a los arbustos y mirándolos fijamente, exclamó en voz baja.
—Alegría, ¿eres tú?
El desconcierto se hizo presente en el rostro de Sumisión, no entendía porque su hijo se alejaba para mirar a la nada.
—¿A dónde vas, hijo? ¿qué hay allí?
Esa pregunta, hizo que Odio volviera en sí. Confundido, volteó a ver a su madre.
—Yo pensé que había visto algo. Pero al parecer me equivoqué.
No sé había equivocado del todo, Alegría sí estaba ahí. Pudo sentirla, pero no pudo identificar aquel nuevo y extraño sentimiento. Él no pudo reconocer, a esa gran amiga que un día formó parte de él.
Odio, no notó que Alegría no estaba en aquellos arbustos. Sino con él.
ESTÁS LEYENDO
Sí di señales
Short StoryEsta es la historia de Odio, un adolescente incomprendido que se dejó consumir por una falsa felicidad cuando todas las cosas buenas empezaron a desaparecer y las malas a renacer.