Miedo
Desánimo se marchó, pero Tristeza regresó, Soledad también me quiso acompañar. Y los dos, juntos, la dejamos pasar.
Ciertamente, después de la discusión con su padre y de la visita de Desánimo, Tristeza llegó para acompañar a su amigo. Quien permaneció todo el tiempo en su pequeña habitación el día siguiente a ese. Sumisión en varias ocasiones llamó a su puerta, pero él no la dejó entrar, solo le daba vagas respuestas para que ella pensara que estaba bien.
Durante ese día que estuvo encerrado no supo nada de lo que pasaba allí afuera, solo podía centrarse en perfeccionar el otro escrito para su presentación debido a que "Tranquilidad" fue automáticamente descartado. Si alguien se atrevía a buscar debajo de su cama, fácilmente podría encontrar la bola de papel en la que se había convertido.
Solo es una cosa.
Aquel día Odio no probó bocado alguno, ¿cómo podría hacerlo? Solo tenía cabeza para pensar en aquella discusión que tuvo con su padre y en su presentación. Eso primero era detonante suficiente para que su estómago se cerrara, impidiendo que pudiera comer algo sin vomitar en el intento debido a ese gran esfuerzo que haría ya que realmente no tenía apetito.
¿Cómo pude hacer eso? Dije tantos disparates, ni siquiera le importo.
Aquel chico que nunca se había atrevido a refutarle a su padre, o si quiera pensar en levantarle la voz, por miedo a lo que eso implicaría después. Pensaba que todo lo que había dicho eran disparates, lo peor de todo es que se sentía más tonto porque esperaba que, en algún momento aquel hombre tan vil llegara a tocar su puerta para hablar con él.
Que iluso fui al pensar que en esta ocasión no tendría que ir yo a disculparme cuando no debería ser así.
¿Algún día los seres humanos dejaran de ser tan extraños en ese sentido? No quiero dejar de estar para cuando ese momento llegue, yo también quiero verlo. Quiero escucharlo, aunque sea una vez.
Justo en este momento Odio se encontraba en el salón de actos del instituto, parado encima de un gran escenario con un micrófono delante de él. Más allá había una gran multitud, conformado por estudiantes de diferentes grados y maestros, los cuales tenían los ojos puestos en él a la espera de que dijera al menos una palabra. Pero él no hablaba, tampoco los miraba. Con su escrito en manos, la cabeza baja y ojos cerrados, hacía ejercicios para poder respirar correctamente. Dichos ejercicios provocaban que su pecho subiera y bajara pausadamente.
—Lo haré mal ¿verdad? — fue lo que Odio le preguntó a Tristeza, quien en ese entonces se iba aparatando poco a poco para poder darle espacio a ese enemigo que su amigo no podía enfrentar.
—Todos me miran— Odio comenzó a rascar su dedo índice con la mano donde tenía sujeto su escrito. —Estoy seguro de que están hablando de mí, de lo ridículo que me veo aquí parado sin hacer nada.
Él no recibió ninguna respuesta de Tristeza, por un momento no entendió la razón del alejamiento de su amiga. Solo logró entender cuando su enemigo al fin habló con él.
—¿Entonces por qué no simplemente empiezas a hablar? — Miedo se fue acercando cada vez más al adolescente que no lograba abrir sus ojos ni levantar la cabeza.
—Yo...
—No entiendo a qué le temes chico, creo que no estás entendiendo bien las cosas— Miedo le hablaba como si realmente fuera un viejo amigo y no el enemigo que lo atacaba e impedía que se arriesgara un poco más. — La gente siempre le buscará un error a todo lo que hagas, te harán cuestionarte cosas estúpidas sobre ti mismo como: ¿Qué estoy haciendo mal?, y tú terminarás perdiendo la cabeza, tratarás de cambiar cosas que te gustan de ti solo por eso. — Miedo hizo que Odio abriera sus ojos, solo un pequeño momento — ¿Sabes qué pasará al final? — él chico solo podía negar una y otra vez con su cabeza, las risas y los murmullos no tardaron en llegar. — Dejarás de hacer y de amar esas cosas solo por ellos. Dejarás de amarte a ti mismo como solías hacerlo o como estabas aprendiendo a hacerlo. — Odio logró entender algo, o al menos eso parecía. Levantó la cabeza, dejó de rascar su dedo que ya empezaba a enrojecerse y con la frente en alto miró a la multitud.
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Sí di señales
Short StoryEsta es la historia de Odio, un adolescente incomprendido que se dejó consumir por una falsa felicidad cuando todas las cosas buenas empezaron a desaparecer y las malas a renacer.