Principio
—¿Puedo jugar con ustedes? —preguntó un pequeño niño de tez oscura, pelo negro y lacio. Quien no contaba con más de seis años, a un grupo de niños que jugaban en el patio de la escuela.
Aquel niño estaba cansado de solo observar con mucha ilusión en sus ojos a sus compañeros, cada vez que jugaban en el receso. Él era nuevo en todo, apenas se había mudado a la ciudad, por ende no conocía a nadie en su nueva escuela. Nadie se había interesado en hablarle o invitarlo a jugar, solo le daban miradas curiosas con algo que aún no lograba descifrar.
Cada vez que estaba en el receso, lo primero que hacía era comer su almuerzo. Luego se sentaba en un banco un poco apartado de sus compañeros, para observar cómo jugaban y divertían. De vez en cuando lo miraban, él les sonreía, pero ellos apartaban la mirada con rapidez. Provocando que en el rostro de aquel niño apareciera la confusión.
Por fin tomó el valor para hablarles, <<Tal vez quieran ser mis amigos>>. Fue lo que pasó por su mente mientras se acercaba a ellos. Ese pensar cambió, en el momento en que escuchó la respuesta que salió de los labios de uno de sus compañeros.
—No, ya estamos completos. Pero si quieres puedes seguir observando allí donde estabas sentado—. Ese compañero que le respondió, le señaló el banco en donde el niño acostumbraba a sentarse para observar a los demás, mientras le mostraba una forzada y desagradable sonrisa.
—Está bien— exclamó el pequeño con una gran y genuina sonrisa.
Aún no lograba percibir la maldad que en algún momento lo iba a rodear.
—Es el forastero, que bueno que no lo aceptaste aquí. Es raro—. Fue un poco de lo que el niño alcanzó a escuchar que uno de sus compañeros le susurraba a los demás, cuando él apenas había logrado dar algunos pasos para alejarse.
<< ¿Forastero? ¿Qué es eso?>>
Llegando al banco y sin entender que significaba dicha palabra, se sentó para continuar observando a sus compañeros, fue en ese momento cuando vio que, otro niño que no conocía se unió a ellos para también jugar.
<< ¿Qué hay de malo conmigo? ¿Por qué el sí puede jugar y yo no?>>. Sabía que no estaba en la obligación de ellos permitirle jugar, pero no entendía por qué otros sí podían hacerlo cuando a él le habían aclarado que no había lugar para uno más.
Pasadas dos horas, el timbre que indicaba que las clases habían culminado y que todos los estudiantes debían regresar a sus hogares, sonó. Muchos padres esperaban a sus hijos en la salida de la escuela, otros preferían adentrarse en la misma para buscar a sus hijos personalmente. El padre de ese niño observador era uno de esos, quien entrando en la escuela buscó a su hijo cerca del patio, lugar donde el pequeño acostumbraba a esperarlo. Llegando donde él, lo tomó de la mano y se dirigieron a casa.
El niño le iba contando las cosas que había hecho en el día, muy animado mientras su padre los escuchaba muy atento. Le parecía muy interesante todo lo que decía su hijo, de un momento a otro la cara del señor fue adornada con confusión, debido a una pregunta que le formuló su hijo.
—Papá, ¿qué es forastero? —fue lo que preguntó, mirando a su padre con mucha curiosidad.
—¿Alguien te dijo eso? — replicó el señor.
—No—mintió—. Lo escuché por ahí y me dio curiosidad saber el significado. ¿Qué significa, papá?
Su padre dudó, pero le contestó.
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Sí di señales
Short StoryEsta es la historia de Odio, un adolescente incomprendido que se dejó consumir por una falsa felicidad cuando todas las cosas buenas empezaron a desaparecer y las malas a renacer.