Capítulo 6

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Autoestima

No se recuerda la fecha exacta en que se marchó, lo único que se sabe es que fue hace algunos años atrás. Hasta el día de hoy no ha regresado, su paradero es conocido, pero es casi imposible que regrese. Él día que se marchó fue atrapada y encarcelada, en un lugar muy oscuro del cual constantemente intenta escapar sin resultado alguno.

Odio ha intentado rescatarla tantas veces, pero sus intentos fueron tan inútiles que tuvo que resignarse a vivir sin ella. Al chico realmente le dolía haber perdido a esa amiga, amiga que no pudo soportar todos los ataques que constantemente recibía. Ataques que lograban empequeñecerla, al punto de solo quedar pequeñas porciones de ella. Cada vez que intentaba crecer, nuevamente la golpeaban para que disminuyera una vez más.

Es por eso que, hasta el sol de hoy se encuentra encerrada en aquel lugar. Tan pequeña, que es un poco difícil verla todas las veces que intentan buscarla.

A través de un gran y largo espejo que permanecía en la pequeña habitación, se podía visualizar a un adolescente que no dejaba de evaluar ni de acomodar su ropa. Halaba desesperadamente con su dedo índice el cuello alto de su jersey, respiraba pesadamente con desagrado en su rostro. Estiraba una y otra vez aquellas mangas largas que ya no podían ir mas lejos, puesto que la altura suficiente a la que estaba y que podrían llegar eran a sus muñecas. 

¿Debería quitarme este también? ¿Me veo muy mal?

Odio, dudoso y poco seguro de sí mismo, quería nuevamente hacer un cambio de ropa, debido a que la que tenía puesta ahora ya empezaba a incomodar. Se detuvo una vez más para evaluarse con más cuidado, pero en ese momento su pecho subió y bajo lentamente gracias al profundo suspiro cansado que había tomado. Sin saber que más hacer, se alejó del espejo y lentamente se fue acercando a su cama para así sentarse en ella.

—Tristeza—Murmuró con la mirada perdida en el piso de la habitación.

Su amiga se adentró en la habitación, pero por el momento solo se mantenía sentada a su lado. En ningún momento lo tocó, simplemente estaba allí observándolo.

—Te ves bien— exclamó con la mirada fija en el chico.

—No. No me veo bien, ni estoy bien— sus respuestas eran tan automáticas, que tristeza dudaba si realmente se había percatado de que ella estaba ahí o solo sentía que había un vacío con su misma presencia cerca de él. 

—¿La extrañas? — inquirió Tristeza.

Fue en ese momento cuando Odio pareció volver en sí, su mirada ahora estaba pendiente del lado izquierdo de la cama, lugar donde se había acomodado Tristeza. En los ojos del chico había un rastro de ilusión, sabía perfectamente a quien se refería.

¿Cómo no extrañarla? Era una mis mejores amigas, y como todas las pocas cosas buenas que hay en mi vida, también se fue.

¿Cuándo todos dejaran de irse? ¿Cuándo ya no quede nada? Creo que ya falta poco, porque casi no me queda nada más.

—Mucho— susurró Odio con un intento de sonrisa en sus labios, ya que se asemejaba más a una pequeña mueca de dolor.

—¿Por qué no vamos a buscarla?

—Es imposible— negó Odio. — no puede salir. Y aunque lograra hacerlo, ellos volverían a llevársela.

—Podemos intentar nuevamente hoy, tal vez logremos rescatarla.

Odio dudó un momento, no sabía como hacer para proteger a su amiga en dado caso de que esta vez lograra rescatarla. Ya no quería que sufriera más por su causa.

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