¿Regreso?
Una noche más en donde toda la familia se reunía. Solo iban a cenar, eso era algo que a muchos haría incomodar. Algunos pensaban que se divertirían y que todo transcurriría con normalidad, pero había uno que pensaba muy distinto que los demás. Puesto que en su ser sabía que; algo saldría muy mal.
Ese que tenía un pensar distinto aún permanecía en su habitación, debido a que las dudas respecto a cómo le quedaba la ropa que tenía puesta y que evaluaba a través del gran espejo que había en el lugar. No desaparecían.
—Te ves bien—comentó Tristeza.
—Pero yo no me siento así—contestó Odio, estirando una vez más el cuello alto de su camiseta blanca, como si esta en serio estuviera asfixiándolo—. No entiendo por qué todo se fue tan de repente, quiero que regrese todo eso— añadió, dándole la espalda a ese espejo que no le agradaba, ya que nada de lo que lograba ver a través de él le gustaba.
Cualquier persona que mirara al chico parado frente a aquel espejo, vería a un adolescente común y corriente un poco dudoso por su vestimenta. Pero Odio, lo único que lograba visualizar era a un chico escuálido, malencarado y con múltiples imperfecciones que no eran agradables a la vista.
Nada de eso era verdad, pero la ausencia de una amiga muy esencial convertía todo eso en realidad ante sus ojos y en su mente.
—¿Todo eso? —preguntó Tristeza.
Odio asintió con su cabeza, mientras seguía dándole la espalda a eso que le constaba mirar, y el frente a aquello que debía enfrentar.
—Quiero que ella regrese y me haga sentir seguro de mí mismo de nuevo— finalizó.
Tristeza iba a replicar, pero fue interrumpida cuando la puerta de la habitación se abrió. Dándole paso al bien.
—Estás muy guapo, cariño—exclamó Sumisión, dedicándole una sonrisa de boca cerrada a su hijo.
—Es solo una simple camiseta de cuello vuelto, tejanos y converse, mamá. No es la gran cosa.
—para mí sí, no puedo creer que hayas crecido tanto—dijo con voz suave mientras hacía un puchero.
Yo tampoco, quisiera volver el tiempo atrás para disfrutar lo que era ser un niño. En ese entonces la vida no era tan complicada, ni tenía que preocuparme o culparme por problemas que no ocasioné.
—¿Es muy necesario que baje con ellos?
—Todos están esperándote.
Odio suspiró y salió de la habitación con su madre, mientras caminaba con ella a través de un largo pasillo. Se percató de que podía escuchar como su corazón latía con mucha prisa, tocó su pecho y notó que este estaba siendo golpeado desesperadamente por dicho órgano, que parecía querer salir de allí. Incapaz de continuar, se detuvo abruptamente mientras inhalaba y exhalaba con lentitud, cerrando con mucha fuerza sus ojos.
¿Se repetirá lo mismo de la última vez? Diré algo mal y papá se enojará. Ese bucle se repetirá otra vez...
—Está bien, cariño—Sumisión sujetó sus manos, interrumpiendo esos pensamientos que empezaban a fluir y dándose cuenta de que las manos del chico temblaban ligeramente—. Todo va a estar bien, no te dejaré solo de nuevo.
Ya estoy solo, mamá...
Nadie escuchó eso ya que solo fue un pensamiento más. En lugar de responderle a su madre, simplemente apretó su mano con mucha fuerza y retomó el paso junto a ella. Llegando al final del pasillo, comenzaron a escuchar las voces de los que estaban presentes en el comedor. Cuando entraron al lugar todos se callaron y sus ojos estaban puestos en Sumisión y su hijo.
ESTÁS LEYENDO
Sí di señales
Short StoryEsta es la historia de Odio, un adolescente incomprendido que se dejó consumir por una falsa felicidad cuando todas las cosas buenas empezaron a desaparecer y las malas a renacer.