Capítulo 2

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Los sentidos volvieron lentamente, lo que fuera que pasara ya no podía asumirse como una muerte.

Era algo más aterrador.

Un día aquella voz cálida que escuchaste volvió.

Hablo un poco diciendo que esperaba tú segura recuperación, palabras como decir que aun eras muy joven para palmarla pero sobre todo, deseaba que vieras un nuevo mundo.

Qué ironía.

Ese día ya no dolía el cuerpo, todo alrededor se encontraba en silencio, dudaste mucho, realmente mucho, preguntando sí valía la pena intentar siquiera abrir un ojo.

Que lastima que fuera el único que podías abrir.

La sala se inundó de gritos en un momento, era tu propia voz que desgarraba la garganta ante aquella aterradora realidad.

Solo lograste abrir un ojo pues el otro fue perdido en el último combate.

Tres hombre entraron a la habitación con toda velocidad, tomaron tus brazos para frenar tu ataque contra tu cuerpo.

La sensación que te invadió fue ansiedad y miedo, el cuerpo convulsionaba, querías quitar las manos qué sostenía tus brazos y tu desgarradora voz lleno el lugar dejando ver solo un rostro de un hombre sorprendido.

Que extraño, aquel rostro se veía raro, no era joven como los que conocías.

Respiraste con fuerza un químico qué al instante hizo que tu mente se quedara en blanco.

Viste un extraño sueño o tal vez un vivido recuerdo, con el que tendrías que lidiar el resto de tu corta existencia.

Una sombra bajo la lluvia se asomaba frente a tus ojos.

Tu cuerpo dio un brinco sentándose en un movimiento.

Escurrías en sudor y lo único que viste fue un par de ojos cafés que te miraban preocupados.

Miraste a tu alrededor lenta pero claramente.
Una habitación metálica como siempre pero con objetos que no sabías que eran, aquel lugar parecía algo nuevo.

Seguiste recorriendo la habitación hasta que paraste en aquella extraña soldado, por su vestimenta lo intuiste.

Su rostro era muy extraño, algo que nunca viste antes, debajo de sus ojos se marcaban unos surcos qué hacían que su piel se juntara graciosamente.

Su mirada no dejo de analizar tu cuerpo, no con terror sino con evidente preocupación.

No sabias que hacer.

¿Era enemiga o aliada?

La visión se volvió borrosa y antes de que tu cuerpo se desplomara por el piso, la soldado se movió como la luz sosteniendo tu escuálido cuerpo qué dejó de responder.

Daba lo mismo que hiciera contigo, a estas alturas, ya todo daba igual.

La chica sin IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora