Capítulo 4

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Los tres días pasaron en un parpadeo.

Mucha gente te observaba, tal vez con desagrado, tal vez con pena.

En ambos casos, no importaba como te sintieras no tenías donde ir.

Adiós arma, mapa o cualquier forma de comunicación con los demás.

Solo eras una Eximia pero incluso eso ahora lo habías perdido.

La única que les daba descanso a las almas de tus amigos caídos, ni siquiera tu preciada flauta la tenías contigo.

Las dudas sobre la "ciudad" te inundaban, no entendías del todo los términos que ellos usaban pero sabías que era diferente a lo que conocías.

Empezando con las personas que tenían una piel como la fruta seca.

Caminabas atrás de la mujer llamada Mónica, hija de Vandham.

Una mujer "adulta", así le llamaban ellos, esperaba por ustedes frente a una casa, ella era guapa y su cabello rojo la hacía resaltar, cuando te vio sonrió ampliamente.

—Ella es Roxana.

Mónica las presento.

—Se ofreció voluntaria para cuidarte, al menos hasta que vuelvas a valerte por ti misma.

Entendías porque lo decía, tu cuerpo tuvo problemas para tomar incluso una cuchara a tú parecer era bastante trágico el panorama.

—Después de recupérame, ¿qué pasará conmigo?

Apenas hablaste en un susurro pero ambas mujeres te escucharon.

—Eso depende de ti.

"Agradeceré que no me maten durante mi estadía"

Asentiste sin ganas pero entendías lo que decían.

La "casa" era cálida y confortable, desprendida un agradable sentimiento de recibir a cualquier invitado.

—Tengo esposo, pero no te preocupes por él, raramente pasa por casa, ven te enseño tu habitación.

Una cama grande y dos muebles como escritorio con una planta arriba de este y un ropero.

—Espero que sea de tu agrado.

Lo era, simplemente era cómodo.

—Gracias.

Era más personal que un barracón.

Tampoco entendías con exactitud que era un "esposo" pero ellos lo decían con naturalidad como si todos supieran su significado.

No importaba ahora, la prioridad era aprender a usar todos tus sentidos para sobrevivir.

Los días pasaron tranquilamente pero para ti solo eran una agonía.

La gente se comunicaba por el iris, usaban armas con su iris, todo era un fastidio para ti.

Las dudas asaltaban sobre como sobreviviste sin lo más vital para ustedes pero ahí estabas, lamentando no poder usarlo.

Esa noche alguien llegó a la casa de Roxana, un hombre alto y fornido que se limitaba a solo unas cuantas palabras.

Fingiste estar dormida cuando el llego, saldrías por la ventana tan rápido como se perdieran en el interior de la misma.

Una extraña sensación invadió el cuerpo, aquel hombre de haber querido te hubiera terminado de matar pero no lo hizo cuando Roxana le explico la situación.

Saltaste, no importaba mucho que hacías, ya casi no había gente, era una buena señal, no tendrías que dar explicaciones absurdas que nadie creería.

La chica sin IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora