Capítulo 3

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Despertaste.

La única opción que tenías después de ese largo tiempo.

Tu cuerpo ya no dolía pero tampoco estabas emocionada por pararte.

Tu espíritu aventurero quedo atrás hace mucho tiempo.

Lograste sentarte escuchando aquella máquina que te acompaño por mucho tiempo.

Observaste tus manos, limpias pero llenas de cicatrices.

No te sentías nada, era como si te hubieran obligado a vivir por las malas.

No ibas a esperar a nadie, con mucho esfuerzo tus pies se colocaron en el frío piso de metal.

La sensación de aquel tacto recorrió tu cuerpo, no era agradable pero sabías que estabas viva.

Un paso, lento y dudoso.

Luego otro.

En qué momento caerías por la falta de fuerza en tu cuerpo, no lo sabías pero tampoco importaba.

Una puerta que se abrió sola al tenerte parada frente a ella, dejo ver un pasillo amplio con plantas y sillas.

Solo el sonido de máquinas era lo único que te acompañaba.

Tu mano recargada en una pared era tu guía y ayuda para no caer.

¿Era un puesto aliado?
¿Tal vez uno enemigo?

No imaginabas que era en realidad pero eso no te impidió seguir caminado.

Asomaste la cabeza por la puerta.

Aire más liviano lleno tus pulmones, no era fresco pero si olía a metal.

No había nadie alrededor y tampoco sabías con exactitud si era de día o noche.

Tus pies se movieron hasta unas escaleras, intentar bajar sin ayuda te haría caer sin piedad.

Un largo suspiro fue lo único que salió de tus resecos labios, no reconocías nada de donde estabas pero era mejor volver antes de que alguien te encontrara afuera.

Los días siguientes fueron lo mismo llegar a las escaleras y volver pero esa noche cambió algo, una persona estaba esperado por ti o fue simplemente casualidad.

Al verla más detenidamente era la misma mujer que viste al despertar.

Sus miradas cruzaron y como si entendiera la situación corrió hacia ti con evidente preocupación.

—¿Qué haces afuera?

No era una pregunta de reclamo era más que vidente su preocupación al repasar tu cuerpo una y otra vez para ver si estabas herida.

No respondiste, no tenías ganas ni tampoco valía la pena intentar sacar algún sonido de tu lastimada garganta.

Miraste alrededor, con mucho pesar levantaste el brazo señalando el árbol que estaba a un lado del sanatorio.

La mujer sostuvo tu brazo moviéndose lento pero segura hasta llevarte a tu destino.

Querías sentarte en el pasto, eso hizo tu débil cuerpo con ayuda de la mujer.

No existía brisa alguna qué llenará de vida tu cuerpo pero al menos aquel árbol te hacía sentir algo más que soledad, un vago recuerdo de tu vida como soldado.

Cerraste los ojos, la calma vino después de un agradable sueño.

Comer comida deliciosa no era una de las cosas que haces si te encuentras en un lugar para sanar.

Pero extrañamente aquella comida sabía solo un poco mejor que la de una colonia de clase de cobre.

El hombre frente a ti esperaba tranquilo a que terminaras todo el plato.

No entendías que hacía ahí pero parecía querer cuidarte por alguna extraña razón.

Aquellas líneas que surcaban su cara seguían siendo un enigma.

—Dicen que en tres días tu recuperación finalmente terminará.

Su voz gruesa pero amable sonó por la habitación.

—¿D-don...?

No lograste más que lastimar tu garganta al intentar preguntar.

—Tengo una idea, dame un momento.

Aquel hombre salió, al cabo de un rato regreso con un cuaderno y pluma extendiéndolo con una sonrisa.

Lo aceptaste, escribir no era un problema, todos los soldados aprendían lo básico pero tus ideas se llenaron en aquel papel en segundo.

—Tranquila, para no poder hablar tienes muchas dudas y... eso está bien, las resolveré, una a una.

"¿Dónde estoy?"

—Bienvenida a la Ciudad, un lugar fuera de la vista de los cónsules.

"¿Quién eres?"

—Mi nombre es Guernica Vandham, soy por así decirlo, el líder, uno de ellos.

"¿Por qué me salvaste?"

A diferencia de las demás preguntas, esta tardó demasiado tiempo para ser resuelta.

—Fuimos por casualidad al lugar donde se libró la batalla, era...

Se interrumpió así mismo para sentarse.

—Fue una masacre por ambas partes, los Eximios de cada colonia murieron dejando a todos sumidos en un terrible horror.

Negó amargamente y sacudió su cabeza para alejar los pensamientos.

—Encontrarte fue una sorpresa y ante tal caos no te íbamos a dejar agonizando en ese lugar.

El relato era triste y amargo para ti, el pecho parecía doler pero no por algún dolor físico, sino porque ningún Eximio logró despedir a los caídos.

—No sabíamos si ibas a sobrevivir...

Aquellas palabras tenían sentido.

Tu cuerpo había perdido una de las partes más importantes.

El Iris.

La chica sin IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora