Prólogo

26 2 0
                                    

La historia siempre puede cambiar.

No importa en qué creas tan fervientemente, ni tampoco el que creías que era tú destino, la única verdad es que todo tú mundo puede cambiar con un simple parpadeo.

La lluvia apenas daba paso a una visión de un poco más allá de la mano, la ropa mojada se pegaba a todo el cuerpo mezclándose con lodo a cada paso que daba.

Todo aquello no era más que un tormento, la noche se alzó sobre todos sin saber realmente el momento en que llego, lo que acompañaban esa triste noche no eran otros más que sonido de los disparos mezclados con gritos de ambos bandos que aún seguían peleado por todo el campo.

No era una experta en lucha pero aun así estaba moviendo las piernas lo suficientemente rápido para seguir con vida. Las manos apenas las sentía, entumecidas por el frio y el agua difícilmente lograban aferrarse a esa espada pesada que era lo único que impedía tu muerte.

Esta pelea era una masacre, tan igual a las demás pero al mismo tiempo se notaba la diferencia de fuerzas entre ejércitos eso no tenían sentido para ti, simplemente eras una excelente Eximia pero poco más.

Todos y cada día aferrabas un poco más a la escasa y efímera vida, solo la reina sabría cuantos días habías logrado sobrevivir.

Un trueno cayó en uno de los enormes ferronis cercanos lanzando una onda eléctrica a su alrededor.

Un pequeño sector de soldados amigos y enemigos quedaron tirados en el piso pero eso no impidió que los soldados fueran uno a uno terminando con la vida de ambos bandos.

El cuerpo no te respondía, el cansancio realmente se sentía, no volverías a ver esas hermosas estrellas, respiraste una última vez con un poco de dificultad, con una amarga sonrisa sobre tus labios aliviando aquellos últimos segundos de dolor, el agua correría por las mejillas suavemente combinadas tal vez con tus propias lágrimas, mover la mano dolía como si cortaran la mano pero el aferrase al único objeto que te siguió durante toda tu vida fue más que suficiente para aceptar tal dolor.

Una flauta negra y hermosa con un hermoso colgante diferente a los demás, una piedra preciosa roja que se movía con gracia en tu tocar.

Una sombra cubrió tu cuerpo.

No luchaste, simplemente estabas cansada y tal vez un poco agradecida de que todo terminará.

La chica sin IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora