Capítulo 10

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—¿A ti también te llamaron?

Shania se sorprendió de verte en el campo de entrenamiento.

—Vandham me llamo, pero desconozco el por qué.

No mentías y tenías un mal presentimiento del por qué estabas ahí.

Todos los soldados te veían con evidente duda, incluso Ghondor que estaba familiarizada contigo te vio con un poco de recelo.

Eso te hizo sentir mal, tu ánimo cayó hasta el piso y por un momento te sentiste triste de que Zack no fuera uno de ellos para ir a su lado pero mantuviste la seriedad como buena militar.

—Gracias por estar todos aquí como saben, se darán las primeras evaluaciones para volverse Uróboros.

Una palabra totalmente desconocida ante tu escaso diccionario de ese lugar.

Apenas lograbas entender el funcionamiento de aquel lugar y ahora te llamaron a la milicia para algo.

—Hoy nos acompaña una ex militar de Keves.

Todos te contemplaron en silencio dirigiéndose a tu ojo sin pena alguna.

—¿Podrías contarnos un poco de tu historia?

Te sumiste en un total silencio, ¿acaso había algo bueno que contar?

La respuesta era no.

Pero que más daba que se enteraran de como dos colonias se destrozaron entre ellas.

—Mi nombre es Alyn, provengo de la colonia Delta, éramos de rango bronce a nada de convertirnos en plata pero mi colonia fue destruida por el ejército de Agnus.

—¿Cómo era tu cónsul?

Pensaste por un momento.

—Ella intentaba mantener a todos bajo un estricto sentido de obediencia, mi comandante siempre siguió esas reglas y se podía decir que estábamos subiendo muy rápido de nivel.

Recordar una fría mirada y una risa aguda te dio un horrible escalofrío.

—¿Que hacías en tu unidad?

La pregunta provino de uno de los chicos.

—Mi trabajo era ser una Eximia.

Estabas orgullosa de eso.

Jamás te arrepentirías de despedir a las personas que lucharon, incluso en tu lecho te aferraste a lo único que amabas en esta despiadada vida.

Sonreíste amargamente, era claro que ahora entendías la amargura en tu pecho, que te salvaran solo hizo darte cuenta de la locura de la muerte a tu alrededor envuelto en un absoluto sin sentido.

Sin embargo habías perdido tu flauta y con ella tu puesto como Eximia.

No lograste evitar tocar la tela que cubría tu ojo, no con odio sino con un sentimiento desagradable de haber perdido tu propio camino.

—Ese día fue una masacre para ambos ejércitos, el mundo para nosotros es muy diferente al de ustedes, vivir para matar, matar para sobrevivir, no importa que bando seas, mientras puedas estar un día más aquí, ya cuanta como una victoria.

El silencio sumió a todos, era por eso que no es tendías a estas personas, no sabías porque te mantuvieron con vida hasta que viste que podías crear vida, que siempre hubo algo más que matar.

No lograste contener tu amargo llanto, tu voz lleno de amargura aquel lugar y tú visión se volvió borrosa sin importar cuanto lo intentarás secar.

No importaba que te vieran frágil, por fin podías liberar esa amargura qué llenaba tu corazón todo ese tiempo.

La chica sin IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora