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27 de Mayo de 2023
—¿Qué tan seguro crees que sea esto? —preguntó Anthony observando el pase al paddock en sus manos. Me encogí de hombros.
—Pero supongo que no perdemos nada intentando, al fin ya estamos aquí.
¿El contexto? Había venido al cuarto del hotel una señorita identificada como Alice Hedworth, informándonos que teníamos estos pases al paddock y una tarjeta de habitación para el Hotel Paris Montecarlo, cortesía de una escudería de Fórmula 1.
Ella dijo y la cito: "Nos vemos en el Hotel París a la 1 de la tarde para poder entregar su llave a la habitación". ¿Lo creí? Efectivamente.
―Miranda, ¿y qué tal que nos roban? ―mi hermano arqueo una ceja.
―Por eso vamos a ir al hotel sin cosas, inteligente. Así no tendremos nada que perder.
―¿Sabes que esto es una mala idea?
―Que pesimista, Antonio ―le molesté en mi idioma natal, español. Me gustaba llamarlo Antonio porque era muy gracioso ver su cara.
―No me llames Antonio, Miranda ―rodó los ojos pero de igual manera rio.
―Bueeeno ―alargue. —¿Entonces qué? ¿Vamos? ―alcé varias veces ambas cejas, tratando de convencerlo. Él asintió resignado. Di saltitos de emoción.
―A veces se me olvida que eres una niña chiquita.
―Ivicis si mi ilvidi qui iris ini niñi chiquiti ―Arremede. —Para que sepas, en México ya soy mayor de edad ―resongué.
―Pero no estás en México ―respondió.
Touchè.
Anthony pidió un taxi que nos llevara hasta allá, ¿recibimos miradas extrañas por parte del chofer? Sí. ¿La razón? Desconozco. Quizá por el simple hecho que llevaba casi la cabeza por fuera de la ventanilla, estaba admirando todo el paisaje, Mónaco era extremadamente bonito. Montecarlo para ser más específicos, tenía grandes edificios, se notaba la elegancia y lujo, las calles estaban cuidadas y rodeadas de arquitecturas impresionantes estilo mediterráneo, muchas áreas verdes y naturales que le dan todo el toque de belleza, mucha gente andaba en bicicletas, scooters eléctricos y muchos a pie. Montecarlo era visualmente muy atractivo, nada que hubiera visto antes.
Bajamos del taxi y quedé aún más impresionada al ver el gran edifico que teníamos frente a nosotros. Plasmaba completamente la esencia de lo que es Mónaco. Me quedé de pie, estática, boquiabierta sin poder articular una sola palabra.
—Miranda —Mi hermano me golpeó un poco y hasta entonces reaccioné —Vamos.
Dimos unos pasos hasta subir las escaleras que nos harían llegar a la entrada, el portermán sonrió ampliamente y nos dejó ingresar.
