Capítulo 23

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Delle

Unas manos me toman de los hombros y me aprietan cuando me ven. Sobresalto y miro los enormes ojos castaños de mi hermana.

Abro la boca para decir algo, pero ella ya está hablando.

—¿Hace cuánto no se hablan?

Pongo mala cara.

—¿Es enserio que es lo primero que preguntarás al verme?

Ella se muerde el labio, apenada.

—Lo sientoooo, tengo curiosidad.

—Hace dos semanas —mascullo de mala gana.

Mi hermana, Anna, jadea preocupadísima y se lleva una mano a la boca como si le hubiera dado la peor noticia del mundo. Quizás lo sea. Me da igual. Hace días me ha dejado de importar.

Ya.

—Gracias por tu comprensión —finjo una sonrisa.

—Lo siento, es que... me preocupo por ti, Delle. Eran tal para cual y...

—¡Anna, deja en paz a tu hermana! Ahora ella está feliz así —Nonna la reprende desde la cocina. Nos ha escuchado. O, mejor dicho, la ha escuchado llegar con sus gritotes.

—Gracias, Nonna. Ahora cuéntame —ahora soy yo la que la toma de los hombros y la sacudo—. ¿Qué tal Verona?

Anna sacude la cabeza como si apenas lo recordara. Ha regresado de un viaje de trabajo en Verona. Mi hermana trabaja en una empresa de vinos, por lo que se la vive viajando y catando los viñedos más cotizados de Italia.

—¡Increíble como siempre! —envuelve un brazo alrededor de mi nuca y juntas nos encaminamos hacia la enorme cocina donde se encuentra Nonna. Toda la casa tiene un delicioso olor risotto.

Al llegar el olor se vuelve más intenso y Anna se acerca a Nonna para besarle la mejilla.

—Me enamore de un chico en la Casa Di Giulietta —comenta cerca de ella.

—¿En serio? —pregunto. Ella asiente, esperanzada.

—Era el conserje.

—Madre mía —Nonna suspira y yo sonrío al tiempo que dedeo un pedazo de merengue del postre que también ha preparado. Nonna me da un manotazo.

Adoro estar en casa de Nonna en fin de semana. Su casa me contagia una vibra demasiada cómoda y alegre.

Por lo que he pasado todo el día aquí, porque los domingos se volvieron días largos y pesados para mi desde que comencé a grabar mi cortometraje. Los domingos son el día donde preparo todo lo que tengo que hacer en la semana, pero hoy me ha apetecido estar con Nonna y mi hermana, Anna. Necesito pasearme por la sala, el patio o la biblioteca para despejar la mente.

—¿Por qué el suspiro? —inquiere ella, ceñuda.

—¿Qué no tengo derecho a suspirar?

—Mmm.

—Ahora lávense las manos y ayúdenme a sacar lo que falta del horno —ordena.

Ambas asentimos y nos ponemos en marcha. Me lavo las manos, me coloco unos guantes y saco la tartaleta de fresa del horno. Huele y luce increíble.

—¿Cómo vas con tu corto, Delle? ¿El Sr. Brooks sigue siendo un idiota? —inquiere, Anna.

El Sr. Brooks. Mierda, tan solo acordarme de ese hombre me inquieta.

Desde que estoy dentro del concurso no he tenido mucho contacto con él, no hasta que empezamos con las grabaciones generales de los cortos. El Sr. Brooks se ha estado encargando de aparecerse en algunos sets para opinar y ayudar a los demás concursantes con sus proyectos. O bueno, eso es lo que he escuchado.

Querida, DelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora