Capítulo 35

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Delle

Regresar es un infierno.

Durante semanas, mi mundo fue un refugio en la soledad, una burbuja donde nadie podía alcanzarme y donde las voces que me juzgaban eran solo ecos lejanos. Estar aislada se sentía seguro, casi como un escudo, pero también era una prisión. No había miradas, no había comentarios, y lo más importante, no había enfrentamientos. Solo yo, mis pensamientos, y la memoria de lo que perdí.

Pero esa seguridad es efímera, una mentira que me conté para posponer lo inevitable. Porque, al final, la realidad siempre llega, golpeando con más fuerza cuando menos la esperas. Y hoy, estoy parada en medio de esa realidad, lista para enfrentar lo que venga. El simple hecho de pensar en los pasillos llenos de estudiantes, las risas y las miradas furtivas, hace que mi estómago se retuerza. Sé que los rumores siguen vivos; los chismes no se enfrían, se transforman y cobran vida propia.

Lo peor de todo es que ya saben que estoy de vuelta. Las redes sociales, siempre hambrientas de drama, ya han hecho su trabajo. Mis movimientos están siendo analizados antes incluso de que los haga, y eso me aterra. Pero no puedo permitirme retroceder. Logan me lo recordó anoche: no soy alguien que se rinde. No soy la persona que se esconde para siempre.

Respiro hondo, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Esto es más que miedo, es la sensación de estar al borde de un abismo, pero esta vez tengo que saltar y confiar en que voy a aterrizar de pie.

La voz de Logan me arranca de mis pensamientos.

—¿Estás lista? —pregunta, a pocos pasos de la puerta de la residencia.

Mierda. No estoy lista, pero aun así, asiento y logro susurrar:

—Lista.

Empujo la puerta y entro al lobby de la residencia. Cada paso que doy resuena más fuerte de lo que debería, o al menos así me lo parece. Gabe, la recepcionista que siempre está con una sonrisa y comentarios amables, me mira y me dedica una sonrisa cálida, como si nada hubiera pasado. Por un instante, me siento un poco más segura, como si aún pudiera fingir que todo sigue igual. Apenas he pasado la primera prueba.

Pero la calma dura poco. Cuando me acerco al elevador, las puertas se abren con un ding y un grupo de dos chicas y un chico salen conversando. Sus risas se cortan de golpe cuando me ven, sus ojos se abren tanto que por un segundo pienso que podrían caérseles las pupilas. Puedo ver cómo sus miradas pasan de la sorpresa al reconocimiento y luego a la incomodidad. Sé lo que están pensando, y la vergüenza me golpea como un torrente. El calor sube por mi cuello y se instala en mis mejillas.

Aprieto los ojos un segundo, como si pudiera bloquear la situación. Pero es inútil; el nudo en mi estómago se aprieta aún más. No puedo evitar saber que toda esta gente ha visto mi cuerpo completamente desnudo, que los chismes y las imágenes recorrieron los pasillos como un incendio.

Logan aprieta mi mano. Juntos entramos al elevador, y las puertas se cierran tras nosotros, cortando las miradas curiosas.

Subimos al piso donde se encuentra nuestra casa, y siento cómo el silencio en el ascensor se vuelve tan denso que casi puedo tocarlo. Logan me observa de reojo, preocupado, pero no dice nada. Quizás sabe que cualquier palabra en este momento podría hacerme romperme.

Cuando las puertas se abren, el pasillo me parece interminable. Sujetando la mano de Logan, camino como en un trance, sintiendo que el mundo a mi alrededor se vuelve borroso. Mis pensamientos van y vienen, y la necesidad de aferrarme a algo familiar se vuelve insoportable. No he hablado con nadie en semanas, ni siquiera con mi mejor amiga. Ahora, más que nunca, siento que la necesito.

Querida DelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora