Capítulo 7: Cables cruzados.

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Días después.

Una ventisca fría me hizo temblar, estábamos a nada de darle la bienvenida al invierno o quizá ya empezó con anticipación.

—¡Seli! —exclamó Jess, caminando a mi dirección con entusiasmo.

—¿Cómo es que no tienes frío? —pregunté con sorpresa ante su actitud despreocupada.

—El frío es mental —me abrazó, envolviendo sus brazos en mi torso—, o quizá ya estas envejeciendo.

Reí sarcástica y se alejó de mí.

—Que raro que Lex no haya llegado.

—Lo sé, estoy muriendo de frío.

Incluso de nuestras bocas emanaba vapor, no estaba tan loca, la temperatura es muy baja hoy.

—Veré si ya viene —señaló la avenida y asentí. Jess se alejó para ir corriendo—. Ahora entiendo porque no tiene frío.

Es muy energética.

—Buenos días.

—Hola —respondí cuando Porter llegó.

—¿Aún no llega? —negué con levedad—, ¿le habrá pasado algo?

—No creo —susurré dudosa—, la señora Phoe me habría avisado.

Mi voz salió temblorosa y saqué mis manos de los bolsillos de mi chamarra cuando no vi cambio en la temperatura. Mis manos seguían heladas.

Las lleve a la altura de mi boca para poder calentarlas, pero, Porter tomó mis manos entre las suyas y lo miré con sorpresa.

—Están heladas.

—Soy muy receptiva al frío —susurré con rapidez, mirándolo—. No te preocupes, yo puedo...

El pelinegro abrió su cazadora negra y metió mis manos por dentro, dejándolas a los costados de su torso. Sentí como un rubor se apoderaba de mis mejillas, pero, cerré los ojos cuando mis manos encontraron una temperatura cálida.

¡Por fin!, no iba a tolerar más tiempo con las manos frías.

—Gracias —susurré con vergüenza, sujetando con firmeza su camiseta, Porter comenzó a frotar sus manos sobre las mías, generando más calor.

Un carraspeó me hizo abrir los ojos, Lex estaba junto a Jess, ambos nos miraban fijamente; él con seriedad y ella con picardía.

—Por fin llegas —solté con un puchero, abandonando el caluroso y reconfortante refugio que mantenía mi frialdad lejos.

—Había tráfico —respondió con indiferencia—. Porter, ayúdame.

—Claro.

El pelinegro despeinó mi cabello cuando pasó por mi lado. Lo miré con indignación y Jess río.

—Muere por ti —susurró la menor con entusiasmo, mirando a ambos chicos. Rodé los ojos.

—Apenas nos conocemos —gruñí.

—No hablaba de Porter —mi expresión cambió—, sino de Lex —mi corazón dio un vuelco y la miré—. Aunque, Porter tampoco sabe disimular, eh.

—Estás exagerando —espeté con vergüenza.

Ahora resulta que todo el mundo gusta de mí cuando antes, ni un chico se me acercaba. ¿Es acaso una prueba del universo?

Jess caminó hacia la tienda cuando ambos chicos levantaron las cortinas metálicas.

Carta de amor con IA. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora