Capítulo 28: Negociaciones.

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—¿Has estado en la ciudad y nunca me avisaste?

No pude evitar sentirme indignada; no es la primera vez que escucho el nombre Abel Kirchner por la ciudad. Meses atrás leí su nombre en redes sociales y algunos anuncios de la calle.

Promocionaban la galería de arte en los centros comerciales pero mi padre recibía invitaciones de vez en cuando.

—Mi arte estuvo en la ciudad, yo no.

Lo miré con seriedad.

—¿Eso es posible?

—Lizza venía en mi representación.

¿Será la chica que me recibió hace unos minutos?

—Eso es lo de menos ahora —alardeé ante su sonrisita burlesca—. ¿Cuánto quiere por ella, señor Kirchner?

El castaño se echó sobre el respaldo de la silla con una expresión pensativa. Chasqueó la lengua y giró la silla, dándome la espalda.

—Este lienzo es importante para mí, ¿sabe?, después de lo sucedido en la galería ahora posee un valor monetario impresionante —por un instante fue como escuchar al mismísimo Adryen Moretti. Son idénticos a la hora de hablar con seriedad y formalidad—. He recibido cientos de ofertas de las personas que presenciaron el incidente.

Un escalofrío corrió por mi espalda.

¿Darius Scott estará entre esas ofertas?, no me sorprende que aun estando encerrado podría ordenar a sus hombres comprar la pintura. Un arte que él mismo modificó.

—Pero he dicho que no está en venta —giró un poco la silla, observándome—. Ni para usted, señorita Sollery.

—Debería considerar negociarlo conmigo ya que esa mancha del lienzo es mi sangre —señalé el cuadro que colgaba a su espalda—. Me parece que...

—Haré algo con eso —interrumpió con tono sereno, girando de nuevo hacia mí—. No puedo venderla así —empujó su silla y se puso de pie con lentitud—; haré de esa mancha algo increíble, créame. 

Miré el lienzo, ignorando que caminaba a mí. ¿Qué puede hacer para remediar eso?, las manchas escarlata son salpicaduras, gotas que cayeron dispersas sobre el lienzo.

¿Cómo puede corregir algo así?

Connor se situó detrás de mí, apoyando sus manos sobre los reposabrazos de la silla.

—No voy a vendérsela, señorita —susurró en mi oído con voz ronca y mi cuerpo entero sucumbió solo con su voz—, porque quiero regalársela a mi novia.

Besó mi mejilla.

—Su novia deberá sentirse orgullosa porque usted ha rechazado las ofertas —espeté con recelo, percibiendo que reía sobre mi piel—. ¿Cuánto le han ofrecido?

—No mucho —su respiración me hizo estremecer—, solo algunos miles de dólares.

Reí con ironía.

—Le habría ofrecido más que miles —aproveché que se alejó un poco para ponerme de pie y mirarlo con cierta indiferencia. Connor enarcó una ceja—. Volveré otra ocasión para convencerlo.

Estaba por pasar a su lado pero me acorraló con rapidez al colocar sus manos sobre el escritorio. Mi cuerpo quedó atrapado entre la superficie y él.

Su rostro estaba a centímetros del mío, poseía una sonrisa divertida y una chispa de entusiasmo en su mirada. Tragué saliva ante su cercanía.

—¿Cuánto planeaba ofrecerme? —cuestionó y rodé los ojos. Me cruce de brazos, poniendo un poco más de distancia entre los dos.

Carta de amor con IA. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora