Capítulo 34: La verdad ante la luz.

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—Me gustas mucho, Seline —confesó con las mejillas rojas y una sonrisa completamente dominante—. No voy a detenerme hasta que aceptes ser mi novia.

—Deja de acosarla —espetó Ney con gesto ceñudo—. Vete, Sebastian.

—Lo lamento —me alejé un poco de Ney para verlo, sus ojos expresaban intensidad al verme—. Pero no me gustas.

—No importa —aseguró—, con el amor que siento es suficiente.

—Sebastian...

—¡Ya te dijo que no! —exclamó Emmilia con un berrinche—. Vámonos.

Tiró del brazo de su amigo y ambos se perdieron en el pasillo de la universidad.

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Como pude ser tan estúpida.

Genuinamente estúpida.

—¿Por qué no comes? —cuestionó con la vista fija en mi plato. Sebastian portaba un traje negro que lo hacía ver elegante y formal. Tomó su copa de vino y bebió un sorbo—. Ibas a cenar, ¿no?

Miré de reojo a mi alrededor.

El lugar estaba vacío y había algunos hombres haciendo guardia. Tomé un pañuelo y lo llevé a mi frente para limpiar la sangre que emanaba de la herida.

Duele y es molesta.

—Lamento eso —añadió cuando no respondí—, él no fue amable contigo pero no te preocupes, ya se encargaron de él.

—Todo este tiempo fuiste tú, ¿verdad?

—Come algo —pidió.

—¡Responde! —exclamé con molestia—. Todo ha sido como has querido; ese día que Ralph y yo fuimos a buscarte solo actuaste. Tú eras el verdadero jefe —lancé el pañuelo a la mesa y cubrí mi rostro—. Pero, Darius...

—Odia a los Moretti —interrumpió con indiferencia—, él me vendió su identidad con tal de hacer sufrir a los Moretti. No pudo acercarse a Anthon pero pudo herir a Adryen y Connor. El dolor más intenso viene de aquí —señaló su pecho con el cuchillo que usaba para cortar la comida—; del corazón.

—Todo fue planeado por ti. He estado siguiendo tus malditas trampas.

Sebastian sonrió y tomó un trozo de carne para llevarlo a su boca. Sus ojos me miraban con fascinación, le divierte mi situación.

—Es lo que me mantiene excitado —susurró con voz ronca y tragué saliva—. Eres mi pequeña ratoncita que huye y corre de un lado a otro con temor, pero, siempre te he mantenido en la mira. No puedes escapar de mí.

—¿Qué es lo que quieres?, ¿dinero?

—Tengo mucho dinero —tomó su copa—, y también tengo todo lo que necesito. Excepto a mi diosa Seline, ¿recuerdas que toda la universidad te llamaba así? —rio con amargura, observando el líquido tinto—. Odiaba que los demás te llamaran de ese modo. Todos te veían con adoración y yo quería ser el único.

—¿Dónde está Emmilia?

Sebastian dejó de observar su vino para verme.

—Muerta.

Contuve el aliento.

—Esa perra se atrevió a insultarte en mi presencia —bufó y dejó la copa en la mesa—. Nadie puede hablar o hacerle algo a mi mujer.

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⏰ Última actualización: Aug 05 ⏰

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