Capítulo 13: Encuentro con la Sombra Dorada

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El primer rayo de luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas despertó a Bruma de un sueño inquieto. Parpadeando para aclimatarse a la luz del día, se incorporó lentamente en la cama, sintiendo la ausencia de Edric como un vacío frío a su lado. La noche anterior, con sus reproches y promesas de protección, se sentía como un sueño lejano, pero la realidad la golpeó cuando sus ojos se posaron en una nota colocada cuidadosamente sobre la mesilla de noche.

Con manos temblorosas, desplegó el papel y reconoció inmediatamente la caligrafía elegante de Edric:

"Bruma,

Al despertar, notarás mi ausencia, pero no es abandono. La luz del día me prohíbe estar a tu lado, mas no pienses ni por un instante que te he dejado sin protección.

No te he llevado a la fortaleza mientras dormías, aunque, por tu seguridad, debería haberlo hecho. Por respeto a tu autonomía, te concederé un día más en esta ciudad. Pero hazme caso, no es un día para tomar a la ligera.

Esta noche, iré por ti. Prepárate para partir hacia un lugar donde pueda velar por ti sin descanso. Hasta entonces, aliméntate, y si has de salir, hazlo solo por las zonas que sabes seguras. La ciudad es un entramado de sombras, y no todas son tan benignas como la mía.

Te ordeno que reflexiones sobre lo ocurrido anoche. No es un castigo, sino una oportunidad para aprender y crecer más fuerte. La vida te ha mostrado su lado más cruel y es imperativo que entiendas la seriedad de este mundo en el que te encuentras.

Mi única intención es protegerte y mantenerte cerca, no por capricho, sino por la convicción de que es lo correcto. Tu seguridad es ahora mi responsabilidad, y es un deber que no tomo a la ligera.

Cuida de ti, Bruma. La noche caerá antes de que te des cuenta, y con ella, vendré a buscarte.

Con firmeza y cuidado,

Edric"

Al terminar de leer, Bruma dejó la nota a un lado. Las palabras de Edric pesaban sobre ella con la gravedad de una verdad ineludible. Aunque resentía la idea de ser controlada, la preocupación de Edric era un faro en la oscuridad que la había envuelto. Ella sabía que la noche traería cambios, y con ellos, la necesidad de decidir si estaba lista para aceptar la protección que Edric le ofrecía, incluso si eso significaba perder un poco de la independencia que tanto valoraba.

El día por delante era un regalo y una advertencia. Una oportunidad para respirar la libertad de la luz del sol, pero también para prepararse para la vida bajo la sombra protectora de Edric. Con un suspiro, Bruma se levantó de la cama y comenzó a prepararse para el día, consciente de que cada paso que diera debía ser medido y seguro, hasta que la noche trajese consigo la promesa de una nueva existencia.

El viento de la mañana llevaba consigo una promesa de cambio mientras Bruma se deslizaba como un susurro entre las callejuelas de la ciudad. Estaba decidida a encontrar una tercera vía, una forma de retener su independencia sin desatender el lazo que Edric había forjado con ella en nombre de su protección.

La ciudad, con sus mil ojos y oídos, estaba viva con los secretos de sus habitantes, pero lo que no esperaba era la presencia de una figura imponente que se materializó ante ella como un fantasma hecho de la misma niebla matutina.

El hombre que se erguía frente a Bruma era un espectáculo para la vista: su cabello dorado caía sobre sus hombros con la majestuosidad de un manto real, y su porte recordaba al de los dioses nórdicos de las leyendas. Sin embargo, en sus ojos ardía una ferocidad que le recordaba a Bruma al fuego cautivo en el corazón de las estrellas, fiero y distante.

BrumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora