Capítulo 28: Secretos Desenterrados

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La mañana, si es que podía llamarse así en la morada de Dragar, encontró a Bruma terminando su desayuno en solitario. Los delicados aromas del té y el pan recién horneado aún flotaban en el aire, formando un contrapunto a la quietud de piedra de las paredes. Con el último bocado aún asentándose en su estómago, se levantó de la silla y se dirigió hacia los ventanales.

Los pesados cortinajes y las tablas cuidadosamente colocadas detrás de ellos no permitían la entrada de ni un hilo de luz solar. La curiosidad sobre este encierro voluntario de luz y vida exterior picaba su mente, y mientras sus dedos rozaban la fría textura de la madera, la entrada de Dragar rompió el silencio del lugar.

"Bruma," saludó con su voz grave y calmada, que parecía llevar en sí el eco de los siglos.

Ella se giró, su expresión una mezcla de interrogantes todavía sin formular. El vampiro superior se acercó, su presencia imponiendo una quietud serena. "Las tablas son una protección," empezó a explicar. "Nuestra naturaleza nos hace vulnerables a la luz del sol. Su radiación es fatal para nosotros, una verdad que hemos aceptado desde tiempos inmemoriales."

"Entonces, ¿debéis esconderos siempre durante el día?" preguntó Bruma, su voz un susurro de compasión por la vida que imaginaba.

Dragar esbozó una sonrisa tenue, el destello de su mirada revelando un conocimiento profundo y ancestral. "No exactamente. Hemos aprendido a coexistir con las limitaciones que nuestra condición impone. Los vampiros, especialmente aquellos que, como yo, hemos vivido suficientes ciclos, hemos encontrado maneras de vivir nuestro día a día de forma casi normal, siempre y cuando evitemos la exposición directa al sol."

"Incluso podemos disfrutar de la luz, en cierta medida, a través de filtros y protecciones mágicas o tecnológicas que nos permiten observar el mundo exterior sin riesgo alguno."

Bruma procesó la información, su mente dibujando imágenes de vampiros en espacios iluminados artificialmente, o detrás de vidrios especiales que filtraban la mortífera luz del sol. "Pero, ¿no es eso una vida a medias? ¿No anhelan la calidez del sol en su piel?"

"Lo que los humanos ven como una limitación, nosotros lo vemos como una adaptación," afirmó Dragar con una seguridad que parecía emanar de su ser inmortal. "La noche tiene su propia belleza, su propio ritmo. Hemos encontrado plenitud en la oscuridad y hemos aprendido a apreciar las estrellas y el brillo de la luna."

"Y a pesar de las restricciones, hemos forjado imperios, cultivado artes y ciencias, y hemos disfrutado de placeres que tal vez superen la comprensión humana."

Bruma se quedó pensativa, sus ojos recorriendo los contornos de la habitación, ahora imaginando las vidas de aquellos que se movían en la sombra. Había una elegancia en la aceptación de Dragar, una paz con la condición impuesta.

Tras esta charla, Bruma fue conducida por las dependencias de la gran vivienda hasta las cámaras inferiores.

El silencio del sotano de la morada era casi palpable, una quietud que solo los siglos podían forjar. El aire estaba impregnado de una mezcla de moho y antigüedad, que a Bruma le parecía casi sagrada. Dragar había decidido que era el momento de revelarle los secretos vampíricos, aquellos que se escondían en las profundidades de su linaje y su poder.

Descendieron por una escalera de piedra, cada paso resonando con un eco que parecía contar historias de un pasado oscuro y misterioso. Al llegar abajo, Bruma observó las paredes del sótano, adornadas con grabados y símbolos que susurraban secretos en un lenguaje que solo Dragar podía descifrar.

"Bruma," comenzó Dragar con solemnidad, su voz un murmullo en la penumbra, "lo que te voy a revelar ha sido preservado por generaciones de nuestra especie. Son los cimientos sobre los que se construye el poder de los vampiros, y la esencia misma de nuestra existencia eterna."

Sus ojos se detuvieron en una serie de cofres antiguos, cada uno grabado con símbolos arcanos. Con un gesto de su mano, el primero se abrió sin que él lo tocara, revelando su contenido: un conjunto de pergaminos amarillentos, frascos con sustancias que brillaban con una luz propia y varios artefactos que Bruma no pudo identificar.

"Estas son nuestras herramientas, nuestras armas y nuestras reliquias," explicó Dragar. "A través de ellos, canalizamos la energía de la tierra, el poder de la sangre y la fuerza de la magia ancestral que fluye por las venas."

Bruma escuchaba, fascinada, mientras Dragar le enseñaba la función de cada elemento, la historia de cada reliquia y cómo los vampiros habían conseguido dominar las artes oscuras para protegerse, prosperar y convivir en secreto con la humanidad.

En ese laberinto de conocimiento, Dragar se detuvo ante un relicario particularmente antiguo, su superficie cubierta de joyas que parecían absorber la oscuridad a su alrededor. "Este," dijo con una reverencia casi imperceptible, "contiene la esencia de la conexión entre creador y creación. Es el vínculo que une a Edric conmigo, y a su vez, a cada vampiro con su progenitor."

La mención de Edric hizo que el corazón de Bruma latiera con fuerza, una ola de emociones la inundaba. "Edric," susurró, "¿cómo es tu relación con él?"

"Edric es más que una creación para mí; es mi legado," respondió Dragar, su voz adquiriendo un tono más suave. "El vínculo que compartimos trasciende la simple maestría y aprendizaje. Es una conexión que traspasa el tiempo y la distancia, un hilo eterno que ata nuestras existencias."

"Cuando creé a Edric, le conferí parte de mi esencia, mi fuerza y mi conocimiento. A cambio, él me ha ofrecido su lealtad, su coraje y su visión para adaptarse a los tiempos modernos. Juntos, hemos enfrentado desafíos y hemos triunfado."

Al salir del sótano, Bruma sentía el peso de los secretos que ahora compartía, y una determinación emergente. Dragar, a su lado, era tanto guía como guardián de un legado que se extendía más allá de lo que ella podía comprender. Pero una cosa era segura: estaba lista para aprender, para crecer y, eventualmente, para convertirse en parte integral de la perpetua y misteriosa danza de los vampiros.

BrumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora