06. El amor duele.

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Apenas las luces se encendieron en la casa de Dayana, Ana fue directo a ella con la intención de interrogar sutilmente a su mejor amiga por lo que había visto el día anterior, no había podido dejar de pensar en lo que miró en aquella ventana, ni c...

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Apenas las luces se encendieron en la casa de Dayana, Ana fue directo a ella con la intención de interrogar sutilmente a su mejor amiga por lo que había visto el día anterior, no había podido dejar de pensar en lo que miró en aquella ventana, ni cuando tenía los labios de Max pegados a los suyos.

—Ana, hija, ¿necesitas algo? —preguntó la mamá de su amiga con amabilidad, saludando a la joven con un beso en la mejilla. Eran prácticamente familia.

—No, solo estoy buscando a Day, quiero hablar con ella sobre algo. —respondió manteniéndose serena, aun cuando internamente desea ir directo con su amiga e interrogarla.

—Está en su habitación, hibernando —bromeó la señora y Ana forzó una risa—. Despiértala para que baje a desayunar. —Se hizo a un lado, dejando pasar a la amiga de su hija—. ¿Te quedas?

—Claro. —Ana le regaló una dulce sonrisa antes de subir apresurada al dormitorio de Dayana en donde se encontraba la chica de rostro perfecto plácidamente dormida, cubierta de pies a cabeza.

Dayana se despertó en cuanto la puerta de su habitación azotó al ser cerrada.

—No dejan dormir en esta casa. —se quejó, destapando su cabeza aun con los ojos cerrados.

—¿Qué tal estuvo tu día ayer?

Apenas escuchó la voz de su mejor amiga, Dayana abrió los ojos de golpe y su mirada fue directo al reloj al lado de su cama. Otro quejido salió de su boca cuando notó que apenas eran las 8:10 de la mañana.

—¿Solo vienes a preguntarme eso? —preguntó con molestia, su amiga asintió—. Ana, te quiero, pero vete.

Dayana cubrió nuevamente su cabeza con la sabana e intentó volver a dormir, con la esperanza de que su mejor amiga entendiera que era demasiado temprano para ella y se fuera. No fue así.

—Respóndeme o te quitaré las sabanas.

—No quieres hacer eso. —advirtió la menor, aun cubierta completamente, pero eso solo alentó a la pelirroja quien inmediatamente jaló la única tela que cubría a su amiga.

—¡Santo dios! —chilló sorprendida cuando frente a ella quedó el cuerpo casi desnudo de su mejor amiga expuesto.

Eran amigas, se habían cambiado la una frente a la otra cientos de veces, pero ahora había algo diferente y no era solo el hecho de que Dayana no llevara sostén, sino el cosquilleo que la mayor empezaba a sentir en la parte baja del abdomen.

—Solo soy humana, pero entiendo que te confundas.

Dayana se resignó a dejar su cómodo colchón para buscar una camiseta con la cual cubrir su torso y cuando lo hizo se sentó a la orilla de su cama, mirando a su mejor amiga.

—¿Estás bien? Estás roja.

Ana empezó a balbucear, se había perdido completamente en el cuerpo de su amiga y es que no era para menos, si bien la madre de Dayana no mentía al decir que su hija hibernaba, cuando no estaban de vacaciones la chica no se quedaba quieta.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora