15. Murallas.

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Dayana se encontraba de pie frente a la puerta de la casa de Sofía

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Dayana se encontraba de pie frente a la puerta de la casa de Sofía. El nerviosismo le revolvía el estómago, pero estaba decidida a enmendar las cosas. Respiró profundamente y tocó el timbre, esperando con ansias que su novia abriera la puerta.

Sofía apareció después de unos momentos, con una mirada de sorpresa al ver a Dayana. Sin embargo, no pudo ocultar completamente la tensión en su rostro.

—Hola, ¿podemos hablar?

La chica titubeó por un instante antes de abrir la puerta, permitiendo que Dayana entrara. La casa estaba tranquila, y el ambiente parecía cargado de expectación. Dayana tomó asiento en el sofá, buscando las palabras adecuadas para comenzar.

—Lo siento por lo de ayer, no era mi intención cancelar tus planes y hacerte sentir mal.

Sofía suspiró—. No se trata de eso, Day, entiendo que no siempre tendremos tiempo, pero... tu falta de tiempo es porque no puedes estar ni un minuto lejos de Ana.

Dayana sintió el peso de las palabras de Sofía, palabras que habían estado flotando en el aire entre ellas desde que había recuperado a su mejor amiga. Respiró hondo, reconociendo su error.

—Sé que últimamente he estado ocupada con ella porque acabamos de reconciliarnos, pero eso no significa que no quiera pasar tiempo contigo. Tú eres importante para mí, de verdad.

Sofía la miró con una mezcla de tristeza y frustración—. Pero, ¿Ana no es aún más importante?

Dayana bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de la mirada de su novia—. Ana es mi mejor amiga.

—Pero sigue siendo más que eso para ti, ¿no? —Sofía la interrumpió, con la mirada clavada en Dayana.

La rubia vaciló antes de responder con lo que sabía era una mentira—. Ya no. Me gustas tú, estoy contigo y no con ella, ¿qué otras pruebas necesitas?

Sofía observó a Dayana con una mezcla de incredulidad y dolor. La confesión de la rubia no tuvo el efecto tranquilizador que ambas esperaban. En cambio, las palabras resonaron en el aire, dejando una tensión palpable.

Dayana, sintiendo la urgencia de romper la barrera que se había formado entre ellas de la única manera en la que la televisión le había enseñado, se acercó lentamente a Sofía. Con cautela, tomó el rostro de su novia entre sus manos, buscando sus ojos con intensidad.

—Amor, entiendo que esto te ha afectado, y lo último que quiero es lastimarte. Pero quiero que sepas que estoy aquí porque quiero estar contigo.

Sofía la miró, sus ojos reflejando la mezcla de emociones que luchaban en su interior. La tensión seguía presente, pero Dayana no estaba dispuesta a rendirse. Inclinándose lentamente, acercó sus labios a los de Sofía.

El beso fue suave al principio, como una sutil caricia que buscaba encontrar el perdón. Dayana podía sentir la resistencia inicial de Sofía, pero también percibía una chispa de reciprocidad. Lentamente, la tensión empezó a ceder, reemplazada por una conexión más profunda que solo un beso podía ofrecer.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora