32. Desamores.

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Roberto no podía reconocer a la chica frente a él

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Roberto no podía reconocer a la chica frente a él. Tenía el rostro de su mejor amiga, pero no se parecía en nada a ella. La expresión que solía ser alegre y llena de vida ahora estaba cubierta por tristeza y decepción. Sus ojos, que solían brillar ahora estaban nublados, hinchados y apagados.

Dayana estaba sentada en el comedor de la cafetería, su cabeza agachada, recargada en la fría mesa. Su cabello rubio, que siempre estaba perfectamente peinado y brillante, ahora estaba despeinado y sin vida, cayendo en mechones desordenados sobre sus hombros.

El muchacho se acercó a su mejor amiga con una ensalada y la dejó a su lado. Quería decir o hacer algo que pudiera sacar al menos una sonrisa a Dayana, y lo había intentado todo el día. Le había contado mil anécdotas por las que la Dayana normal se hubiera reído o por las que se habría burlado de él, pero no recibió nada a cambió.

Dayana levantó la vista hacía el cuando sintió el plato de ensalada chocar con su cabeza, y por un momento, Roberto pudo ver el destello de dolor en sus ojos antes de ella bajara su mirada nuevamente.

—Day, al menos come algo, por favor —murmuró Roberto, su voz llena de preocupación mientras observaba a su amiga con tristeza. Dayana no respondió de inmediato, pero finalmente levantó su cabeza y con una mano temblorosa, llevó un bocado de ensalada a su boca. Con eso, dejó el tenedor a un lado y volvió a recargar su rostro contra la mesa.

Roberto suspiró, sintiendo un nudo en la garganta al ver el sufrimiento de su mejor amiga—. No hubieras venido a la escuela, sabes que puedo pasarte los apuntes.

—No quiero estar en casa —respondió con su voz frágil y su mejor amigo no supo qué más decir, no había manera de consolar a Dayana.

—Por dios, Dayana, te ves horrible —dijo Clara, apareciendo de repente detrás de Roberto.

—Mjm.

—Clara, por favor, no es momento de molestarla —Roberto intervino de inmediato, la chica se encogió de hombros.

—No importa, no vine a eso. Quiero hablar contigo en privado, Beto.

Roberto negó, no quería dejar a su mejor amiga sola en su condición—. No puedo ahorita, si quieres voy a verte después de dejar a Day en su casa.

Clara frunció las cejas—. Es importante —dijo con molestia. Roberto siempre prefería a Dayana antes que a ella.

—Lo de Day también es importante. Además, no falta tanto tiempo para salir.

Clara rodó los ojos—. Muy bien, como sea —dijo antes de alejarse.

—Debiste ir, tal vez es importante —murmuró Dayana sin molestarse en levantar la mirada. Roberto negó, aun cuando su amiga no podía verlo.

—No puede ser más importante que tú.

Dayana suspiró y apenas tocando la ensalada frente a ella mientras su mente vagaba en cada recuerdo que tenía con Ana, hasta lo visto el día anterior. Cada bocado era un esfuerzo, y pronto abandonó por completo la idea de comer, dejando el plato casi intacto.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora