37. Desesperación.

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Habían pasado poco más de dos meses desde que Roberto entró en coma

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Habían pasado poco más de dos meses desde que Roberto entró en coma. El hospital se había convertido en un segundo hogar para Dayana, el único lugar en donde sentía libre de llorar además de la oscuridad de su habitación.

Todos los que alguna vez esperaron que el muchacho despertara comenzaron a perder la esperanza. Las predicciones de los doctores se estaban cumpliendo y por más que se esforzaban con los tratamientos y las terapias, Roberto no mostraba signos de estar mejorando.

Clara había dejado de visitarlo al mes bajo la excusa de que era demasiado duro para ella verlo ahí. Dayana se enojó y la llamó débil.

Laura, la madre de Roberto, sin mencionárselo a la mejor amiga de su hijo, comenzó a considerar la opción que le dieron los doctores el día que su hijo llegó al hospital y que habían repetido dos semanas atrás.

Luis, el chico por el que Roberto dio la vida, le agradeció después de visitarlo cada día durante dos meses, no queriendo arriesgarse a que el muchacho muriera sin su agradecimiento.

Las demás chicas del equipo de voleibol de Dayana iban a visitarlo algunas veces. Todas lo consideraban su amigo por el tiempo que pasó junto a ellas durante los entrenamientos y los torneos. Aun así, sus visitas no eran recurrentes, la ultima había sido el día de la que debía ser su graduación.

Dayana no lo visitó ese día.

El día de la graduación, los padres de Dayana la obligaron a festejar su logro llevándola a comer junto con la familia vecina, insistiendo en que, en tiempos así, debía disfrutar los momentos de felicidad por más pequeños que fueran. Además, preocupados por su hija, la obligaron a ir a la iglesia para que hablara sobre sus problemas con Dios.

Dayana dejó de hablarle a sus papás para algo que no fuera pedirles dinero y no volvió a fallar ni un día en su rutina de pasar todo el día con Roberto y las noches en el bar. Al menos no hasta el día que descubrió las intensiones de la mamá de su amigo.

El día anterior a ese había bebido más de lo común gracias a que la chica que la atendía normalmente no trabajó, en su lugar la atendió un hombre que solo dejó de venderle cuando recibió un mensaje de su compañera de trabajo dándole indicaciones de que hacer con su clienta recurrente.

Cuando llegó a su casa, Dayana se sumergió en un sueño profundo y agotador. El reloj marcó el paso de las horas sin que ella pudiera percibirlo y despertó cuando el sol había alcanzado su punto más alto en el cielo, inundando su habitación con un resplandor dorado que lastimó sus ojos.

Dayana se levantó de cama con pesadez y sin perder un minuto más, se vistió para ir al hospital. Al llegar, caminó rápidamente por los pasillos hasta llegar a la habitación de su mejor amigo, ansiando disculparse con él por llegar tarde. Aun cuando él ni siquiera lo notaba.

Una vez frente a la puerta, se detuvo en seco al escuchar la voz de la mamá de su mejor amigo hablando con uno de los doctores, abrió ligeramente para poder escuchar mejor sin que notaran su presencia.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora