19. Dudas navideñas.

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La cena navideña llegó, forzando a las chicas a salir de la habitación de Dayana y fingir que no deseaban desesperadamente encerrarse bajo llave y no parar de besarse

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La cena navideña llegó, forzando a las chicas a salir de la habitación de Dayana y fingir que no deseaban desesperadamente encerrarse bajo llave y no parar de besarse. Se unieron a la mesa familiar, donde las risas y conversaciones reinaban.

—¡Niñas, que hermosas están! Con razón tienen horas arreglándose —halagó el padre de Ana, sonriendo y las jóvenes compartieron una mirada rápida, acompañada de una sonrisa cómplice.

Mientras saboreaban la cena, sus manos jugaban entre ellas bajo la mesa y a veces las manos de Dayana se desviaban a las piernas de su novia, acariciándolas con el pantalón como único obstáculo. La tensión se palpaba en el aire y, aun así, cada gesto y cada palabra dado por las chicas, era un acto cuidadoso para ocultar la verdadera naturaleza de su relación.

Ana intentaba participar en las conversaciones familiares, mientras escalofríos causados por las caricias de Dayana recorrían todo su cuerpo. Articular palabra alguna se volvió complicado cuando las manos de su novia se adentraron a la parte interna de su muslo, sus dedos trazando suaves círculos. Se retorció en la silla y fingió una sonrisa.

La cena avanzaba, pero las miradas furtivas, las sonrisas cómplices y los toques secretos debajo de la mesa continuaban entre Ana y Dayana. Las familias a veces hacían preguntas sobre las mejillas sonrojadas de Ana y los pequeños saltos cuando las caricias se volvían más íntimas, pero ambas chicas mantenían su amor en secreto, esquivando las preguntas y distrayendo a sus familias.

Después de la cena, la pareja se retiró discretamente a la habitación de Dayana, donde la tensión acumulada finalmente se liberó en un suspiro por parte de Ana.

—Tienes que controlarte —regañó la mayor, mientras Dayana ponía llave a su puerta—. Vas a hacer que nos descubran.

—Lo sé, pero es más difícil de lo que pensaba, lo único en lo que puedo pensar en es tocarte. —Se acercó para acariciar la mejilla de su novia.

—Day, hablo en serio, vas a hacer que nos descubran y si lo hacen yo no…

—No nos van a descubrir. Nuestros padres son demasiado cerrados como para atreverse a pensar eso de nosotras. —Sonrió traviesa—. Podría hacerte ac…

—Con-tró-la-te —dijo marcando cada silaba, esforzándose por no ceder ante la mirada traviesa de su novia, sabiendo lo equivocada que estaba—. Eres demasiado.

—Demasiado linda y tú no puedes resistirte a eso —se inclinó para acortar un poco más la distancia entre su rostro y el de su novia, su mirada haciendo un recorrido lento de los ojos de Ana a su boca y de regreso a sus ojos—, ¿o sí?

Ana apretó los labios, humedeciéndolos al mismo tiempo y tomó aire para buscar la manera de ganar la discusión. No dijo nada y Dayana sonrió de nuevo, sabiendo que estaba por ganar.

—Te propongo algo: quédate a dormir conmigo y dejaré de…

—¿Provocarme? —Ana terminó la frase de Dayana, casi en un reproche. Dayana rio y asintió—. ¿Para qué quieres que me quede?

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora