35. Ayúdame.

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Los días pasaron, llevándose el mes de mayo consigo y Dayana ya había creado una rutina

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Los días pasaron, llevándose el mes de mayo consigo y Dayana ya había creado una rutina. Pasaba sus mañanas en la preparatoria, en donde sus compañeros la miraban con lastima y sus compañeras de equipo intentaban hablar con ella, pero nadie parecía ser capaz de saltar la muralla que había construido a su alrededor.

Por las tardes, iba a su casa a cambiar su uniforme y después visitaba a su mejor amigo, hablando con él solo cuando estaban solos. Le rogaba para que despertara, a pesar de la cantidad de veces en que los doctores le dijeron que no había ningún avance significativo. Dayana insistía en que estaban equivocados.

Finalmente, apenas las horas de visita diarias se acababan, tomaba un taxi hacía el bar que se había vuelto su refugio las ultimas semanas. La chica que la atendía siempre era la misma y a pesar de los constantes esfuerzos de esta por ayudarla, nunca lograba que hablara y le contara sus problemas al igual que otros clientes. Aun así, cada vez que veía que el alcohol comenzaba a sobrepasar a Dayana, le mentía diciendo que no tenía permitido venderle más por ese día y pedía el mismo taxi para que la llevara a casa, asegurándose de que llegara segura a su casa.

En su casa, Dayana esperaba fuera a que las luces se apagaran para poder entrar sin ser vista y al día siguiente evadía a sus padres, evitando ser cuestionada por sus horas de llegada. Y así, su rutina volvía a empezar.

Dayana caminó por los pasillos de la preparatoria, su mirada perdida en el suelo y sus pasos tambaleantes. Esta vez había comenzado a beber desde temprano con una de las botellas que tenía su padre de decoración, pues el día anterior el medico de su mejor amigo anunció el único cambio en semanas. Roberto había comenzado a tener un deterioro neurológico.

Entró al aula en la que tendría su última clase del día, con pasos lentos y pesados, cubriendo su aliento a alcohol con una menta y su cuerpo transpirando tristeza. Los murmullos y las conversaciones se desvanecieron al instante, reemplazados por un silencio incomodo mientras los ojos curiosos de sus compañeros de clase se posaban en ella.

Los susurros comenzaron a circular, algunos expresando preocupación mientras otros murmuraban juicios y conjeturas sobre la situación de Roberto. Entre la multitud de voces, se lograban escuchar comentarios degradantes hacia su mejor amigo. Dayana tomó aire y se sentó en su lugar.

El murmullo en el aula se desvaneció lentamente cuando la clase comenzó, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Dayana apenas prestaba atención a las palabras del profesor, su mente estaba atrapada en los recuerdos de su mejor amigo tirado en la camilla del hospital y los doctores diciendo que sus posibilidades de sobrevivir disminuían cada vez más.

Con el pasar de los minutos, la conversación de algunos de sus compañeros comenzó a elevarse, llenando el aula de risas burlonas y comentarios despectivos sobre la supuesta orientación sexual de Roberto. El profesor no se molestó en callarlos. Dayana levantó la mirada hacia ellos, sintiendo una chispa de ira posándose en su pecho.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora