29. Normales.

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—¿Estás bien? —preguntó Roberto cuando Dayana entró a su auto para ir juntos a la preparatoria

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—¿Estás bien? —preguntó Roberto cuando Dayana entró a su auto para ir juntos a la preparatoria.

El muchacho no había tardado ni un minuto en darse cuenta de la expresión incómoda en el rostro de su mejor amiga, contrario a todos los que habían estado conviviendo con ella los últimos días. Ni siquiera necesitó que respondiera para saber que la respuesta era negativa.

—¿Es por lo de Faith? —Dayana asintió—. Aún no puedo creer que tus papás piensen así.

—Ni yo. —Suspiró y acomodó el asiento del copiloto para estar acostada durante el camino a la preparatoria.

—¿Crees que les harían algo así si se enteran de lo de Ana y tú? —preguntó Roberto con preocupación mientras conducía.

—Bueno, ya no hay un «Ana y yo», así que… —contestó Dayana con pesar, cerrando los ojos como si fuera a dormirse.

—Bueno, pero siguen siendo gais.

—Sí… —suspiró, manteniéndose en silencio hasta que recordó el comentario de Faith sobre su mejor amigo—. Oye, Beto.

—¿Mhm?

—¿Eres gay?

Roberto frunció el ceño y dió una corta mirada a Dayana—. ¿Acaso me veo gay? —preguntó, una sonrisa se dibujó en el rostro de Dayana mientras alzaba las cejas—. Mejor no respondas.

—Faith creyó que eras gay —mencionó Dayana con un tono casual, dejando entrever una ligera sonrisa en sus labios mientras observaba la reacción de Roberto.

El rostro de Roberto se contrajo en una mueca de sorpresa, antes de que una sonrisa juguetona se dibujara en sus labios—. Pues no lo soy. Me gustabas, ¿recuerdas? Y ahora me gusta Clara.

—Cierto, cierto. Olvidaba que duermes con el enemigo.

Roberto chasqueó la lengua—. Nunca dormimos juntos, además no estamos juntos desde que ustedes se pelearon —recordó, la tristeza mostrándose brevemente en su mirada y su voz.

Dayana lo miró, sintiéndose culpable de haber arruinado la relación de su mejor amigo—. Aún no entiendo por qué terminaron. Quiero decir, no nos agradamos, pero tú no tienes la culpa.

—No importa, en realidad no éramos novios.

—¿Ah no?

Negó—. Ella decía que no le gustaba tanto como para que fuéramos novios, pero que le gustaba besarme. —Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.

—Ahora me cae peor.

Roberto rio, buscando ocultar su expresión resignada y melancólica—. No, está bien, estoy bien.

—Seguro, tanto como yo.

Roberto le lanzó una mirada cómplice a Dayana, reconociendo la ironía en sus palabras. Ambos rieron débilmente antes de soltar un suspiro que dejó en silencio el ambiente por el resto de camino.

Cuando Dayana se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora