12. Febril

161 19 19
                                    

"Escasas son las noticias en los rincones de Londres; estos días, el notable clan Bridgerton y una legión de elegantes caballeros han optado por pasar sus días en la bellísima tierra de Escocia. Esta temporada, sin asomo de duda, parece ser la más vacía de acontecimientos de todas. Como vuestra humilde cronista, no puedo sino dejarme llevar por el pulso emocionante de los posibles escándalos, que con seguridad traerán estos viajeros cuando regresen a la sociedad londinense".

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN.

12 de mayo de 1815

La mañana siguiente fue de ese tipo que parece surgir después de una gran tormenta: radiante y clara, con una bruma húmeda que besaba la piel.

Sin embargo, a Edwina no le importaba realmente el clima. Había pasado la mayor parte de la noche despierta, observando a Friedrich mientras dormía, su rostro cambiando de tono en la oscuridad. Se negó a dejar su lado, ignorando las protestas de Anthony. No fue hasta que Lady Danbury apareció revoloteando en la habitación que los jóvenes Bridgerton dejaron de intentar mover a Edwina y finalmente le permitieron un poco de paz.

Kate no había emprendido el viaje hacia las tierras escocesas a causa de su delicada condición, y Lady Danbury había proclamado con la mayor de las confianzas que ella misma velaría por el bienestar de Edwina durante la ausencia de la hermana mayor.

No obstante, rendida al cansancio, incluso la indomable dama sucumbió al sueño, reposando en un sillón de la habitacion del príncipe, justo cuando los primeros colores de la mañana empezaban a teñir de luz el firmamento.

En el momento en que Edwina despertó se percató de que el día había avanzado más de lo esperado, la consumía una mezcla de fatiga y desasosiego. Se había quedado dormida al lado de la cama y pese a la pesadez que anclaba sus párpados, conservaba una inquietud en las yemas de sus dedos, que merodeaban por las sábanas hacia donde reposaban las manos de Friedrich, como si se buscaran sin saberlo.

—¡Oh, querida, aún te encuentras aquí! —exclamó Lady Danbury irrumpiendo en la estancia, por fortuna, en aquél preciso instante en el que Edwina se hallaba al borde de sucumbir a la seducción de dejar que sus dedos rozaran los de Friedrich—. Me he levantado muy temprano, siempre me levanto temprano, no quise despertarte.

La joven Sharma alzó la mirada hacia la imponente dama, intentando acomodar sus cabellos y su vestido arrugado.

—¿Acaso debería encontrarme en otro lugar? —respondió Edwina, exasperada y preocupada—. Su estado no mejora.

La ceja izquierda de Lady Danbury se arqueó ante la respuesta. A pesar de su impulso de replicar una vez más, Edwina se contuvo cuando su estómago gruñó, un sonido que no pasó desapercibido para la dama, quien empezó a tamborilear con su bastón contra el suelo.

—Parece que he llegado en el momento oportuno. Venía a ofrecerte un ligero desayuno.

—No tengo apetito —refunfuñó, cruzando los brazos con disgusto.

Lady Danbury soltó una risita maliciosa y la miró, señalando hacia su abdomen resonante.

—Bien, por el estruendo que acabo de escuchar, diría que tu vientre no está de acuerdo contigo. Quizás un bocado o dos podrían sentarte bien —respondió con un tono de sorna en su voz.

Edwina desvió rápidamente la mirada hacia Friedrich, parecía absorto en un mundo distante sin reconocer su presencia. A pesar de las confortadoras palabras del médico, quien aseguraba que el príncipe se recuperaría con descanso, la fiebre persistía.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora