16. Una boda I

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"¿Puede haber algo más peligroso que un hombre enamorado? Sí, querido lector, me atrevo a decir que un hombre desilusionado".

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

01 de junio de 1815

Penélope siempre había huido de los focos de la sociedad londinense, prefería pasar desapercibida. Pero, como si algo grandioso hubiese ocurrido en los últimos meses, había emergido una nueva faceta en ella que causaba murmullos entre la alta sociedad.

No era meramente una cuestión de vestimenta, aunque ciertamente sus vestidos ahora destellaban con una paleta de colores más osada y vivaz, ni era el filo más agudo de su lengua cuando las circunstancias requerían que se defendiera con sutileza y aplomo. Era, más bien, el aire con el que se envolvía, una dignidad recién hallada que la hacía caminar por los salones con la espalda erguida y la barbilla elevada, desafiante y serena a la vez.

—No creo que sea Lady Whistledown —Le confió Friedrich en voz baja a Edwina, mientras ella, deslumbrante en su atuendo de azul profundo, se apoyaba con gracia en su brazo.

El anuncio de su compromiso resonó con pompa y esplendor. La voz de la reina resplandecía en cada rincón de Londres. Y mientras que la pareja protagonista de dicha unión soñaba con una ceremonia más íntima, fueron arrastrados junto a Carlota y Nicolás. La reina había decretado que sus queridos sobrinos intercambiarían sus votos matrimoniales en sus propios terrenos y se empeñaba en estar presente para atestiguar el momento en que su sobrino favorito diera el sí para siempre.

La reina Charlotte descartó la extravagancia de los pavos reales, un símbolo de opulencia que había caído en desgracia tras el desafortunado incidente que dejó a la Duquesa Bowles en un estado menos que decoroso. No, esta vez su majestad ambicionaba algo más grandioso, un espectáculo que dejara a los invitados con la boca abierta. Y mientras los pensamientos de la reina planeaban la boda de su sobrino como si fuera la suya, Brimsley se mantenía siempre a su lado, pluma en mano. Día tras día, tomaba nota meticulosamente de cada decisión, cada idea, cada súbito capricho que se gestaba en la mente de la monarca.

La noticia corrió más rápido que un chisme en un salón de baile; Lady Danbury había sido la primera en saberlo, pero Kate tuvo el privilegio de ser la primera en la familia en ser informada. El mismo día que la vizcondesa se encontraba preparando una carta para su esposo, el Vizconde Anthony junto con el resto del clan Bridgerton regresaron de Escocia con la urgencia y el desorden de una batalla naval.

Colin había caído rendido ante el encanto de Penélope Featherington, y había confesado su plan de casarse con ella, en el mismo momento que Eloise le revelaba que su amiga era Lady Whistledown. La revelación provocó un torbellino de emociones y discordias.

La más joven de los Bridgerton, Hyacinth, había escuchado toda la conmoción con la oreja pegada a la puerta del despacho del conde Kilmartin, y no había tardado en compartir las noticias con su madre. Como si fuera un juego, la información pasó de Violet a Francesca, luego a Daphne, y finalmente regresó a Anthony, en un ciclo de chismes que dejaba poco por descubrir. Así, cuando la familia Bridgerton cruzó el umbral de la casa, las palabras se habían vuelto innecesarias; sus semblantes lo decían todo.

El día que Friedrich y Edwina esperaban poder anunciarle a los Bridgerton sobre su compromiso, habían terminado en el salón principal con Penélope acorralada en una esquina.

Edwina observó a Friedrich, y en medio de la conmoción, le ofreció una sonrisa serena. «¡Dios! ¿Siempre había sido tan guapo o era la luz que le daba de perfil a través de las cortinas entreabiertas?». Admiró la silueta de su prometido iluminada por los rayos dorados que se filtraban en la estancia. Parecía esculpido por los mismísimos ángeles.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora