8. Máscaras I

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    "El tema de la fascinante dinámica de los caballeros en su ferviente lucha por cortejar a la mujer de su deseo se ha tratado con anterioridad en esta columna.

Esta Autora ha estudiado cuidadosamente estos romances regidos por el honor y el compromiso, llegando a la conclusión de que en este complejo juego de amor, existen tanto pretendientes honestos como rufianes enmascarados.

Infortunadamente, la encantadora señorita Edwina Sharma ha logrado, tal vez sin conocer la magnitud de su encanto, atraer a especímenes de ambos tipos.

¿Será esta deslumbrante joven lo suficientemente afortunada para distinguir la verdad del engaño y encontrar en medio de este turbulento mar de galanes, ese amor verdadero que puede ser tan esquivo?

Esta autora que les escribe, con un optimismo cauteloso pero confiado, cree firmemente que la respuesta es... sí. Edwina Sharma merece y seguramente hallará el amor en su forma más pura y sincera."

Revista de sociedad de Lady Whistledown

19 de abril de 1815

Aunque no era habitual en él frecuentar el Club, tampoco era dado al hábito de deleitarse en licores fuertes ni de ausentarse de los bailes a los que su tía insistía en arrastrarlo. Pero esa noche, concretamente esa noche en particular, se sintió un completo necio. En su solitaria mesa ocupada únicamente por sus pensamientos, dio vueltas a su copa de coñac con una evidente melancolía, apartado del resto de caballeros. Algunos le enviaron miradas curiosas, otros le saludaron con disimulo, más era irrelevante quién le observara. Sabía la imagen que proyectaba: la de un hombre totalmente aplastado por la miseria.

No se había molestado siquiera en mudarse las ropas sucias tras su enfrentamiento con Misha. No entabló conversación con un alma, intentó seguirla, Dios sabía cuánto, pero no fue Benedict el que le impidió alcanzar el carruaje, sino el otro Bridgerton, el de penetrantes ojos verdes, Colin.

Sin embargo, no podía reprochar a los Bridgerton por reaccionar de manera tan protectora, él hubiera obrado de la misma forma con su propia hermana. No quedaba duda de que Edwina era parte de ellos y el peso del honor en la defensa de los suyos sobrepasaba cualquier otro asunto.

No, definitivamente, no podría culpar a los Bridgerton. Su razonable actuar se ajustaba a las circunstancias. La responsabilidad era de su ahora enemigo... y por supuesto, la suya también. No podía negar que, aunque se había mantenido al margen de la apuesta, sabía de su existencia. No había sido del todo honesto. ¿Cómo pudo ser tan ciego para caer en las tretas de Misha? Claro que comprendía que tenía su cuota de culpa, jamás apostaría por el amor de una mujer sin tener la verdadera intención de ganárselo. Y quizás cuando lo dijo, y quiso con todas sus fuerzas estrangular a Misha, lo había dicho en serio.

Edwina era un espectáculo de belleza e inteligencia. Había causado en él una impresión inolvidable al ser la única dama que se había tomado la molestia de conocer a la persona detrás de la fachada de príncipe, en lugar de percibirlo como un simple ornamento en la alta sociedad. Los escasos pero valiosos momentos que compartieron juntos fluyeron con autenticidad y ternura. Pero él no veía en ella a una esposa.

¿O tal vez sí?

Luchaba contra sí mismo. Dentro de él, se agitaba un mar de dudas y confusión. Pero antes de que pudiera responderse, su mente lo atormentaba con una afirmación aún más aterradora: ella no veía en él un marido.

¿O tal vez sí?

Las mujeres siempre habían sido un misterio para él. Su mente masculina se esforzaba en vano por descifrar la complicada enredadera de pensamientos femeninos. Pero en su confusión, una cosa estaba clara: la había ofendido, la había lastimado. Había destrozado cosas de una manera distinta a lo sucedido con Daphne. Su transgresión contra Edwina tenía una profundidad diferente, más arraigada. Y ese daño que le había causado, le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora