15. Lady Danbury

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"Lady Danbury ha presenciado más temporadas de las que le gustaría admitir. Oh, queridos lectores, en este intrincado juego social, se necesita la astucia de un zorro".

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

27 de mayo de 1815

Friedrich caminaba de un lado a otro en la habitación de Nicolás, con la determinación de encender una hoguera y poner fin a todo de una vez por todas.

Él y Carlota habían tardado más de lo previsto en regresar, y a pesar de haber enviado una carta a su tía pidiendo que esperara su llegada, un contratiempo en el camino los había obligado a esperar el carruaje de Lady Danbury. Esta última, en su afán de tomar pausas frecuentes para respirar aire fresco y estirar las piernas, había retrasado significativamente su llegada, la cual debía haberse producido al menos dos días antes. La única ventaja en toda esta situación era que había tenido la oportunidad de disfrutar de un poco más de tiempo con Edwina durante el viaje.

Misha permanecía de espaldas, con la mirada fija en la ventana que ofrecía una magnífica vista de los exóticos animales que su tía coleccionaba. En cuanto a Nicolás, parecía haber perdido peso desde la última vez que lo vio. Jamás habría imaginado encontrarse con alguien tan desdichado, pálido y melancólico, como si la vida se le hubiera escapado.

—¿Cómo ha ocurrido esto? —fue su primera pregunta al detenerse con gracia frente al sillón.

El príncipe de Rusia, con la mirada perdida, levantó sus ojos hacia él. Su camisa, parcialmente abotonada, dejaba entrever su pecho con un descuido inusual en él.

—¿Acaso importa? —replicó Misha con una frialdad cortante, sin apartar su vista de la ventana—. Venir a Londres ha resultado ser una maldición. De haber conocido la verdadera naturaleza de las damas de este lugar, nunca habríamos puesto un pie aquí.

Friedrich apretó el puño, y por un instante, se preguntó cómo se vería incrustado de nuevo en el rostro de su antiguo amigo.

—No deberías referirte a ellas de tal manera — dijo Nicolás con su atención fija en la pintura de un corcel en la pared—. Después de todo, una de ellas está destinada a convertirse en tu cuñada.

Misha emitió un bufido lleno de desdén, mientras que Friedrich, encontrando que esta discusión tomaría más tiempo del que esperaba, optó por tomar asiento.

—Quiero intentar ayudar.

El ruso finalmente le otorgó su atención, aunque su mirada carecía de entusiasmo.

—No hay nada que puedas hacer. La reina le ha escrito a Alejandro.

—Tu hermano no tiene el poder para obligarte a contraer matrimonio.

De nuevo Misha rompió el silencio con un bufido.

—Hablas del buen Zar que parece haber encontrado su segunda residencia entre las paredes de la iglesia, siempre opta por lo que considera puro y alejado de las manchas del pecado y los escándalos.

—No estaba entablando conversación contigo —replicó Friedrich, sin siquiera dignarse a lanzarle una mirada.

—Pues, querido amigo, parece que no tienes otra opción —concretó Misha—. Fue Alejandro quien nos condenó a este purgatorio, debimos haber abandonado este lugar desde el momento en que te convertiste en el mero pasatiempo de una dama.

Las fosas nasales de Friedrich se ensancharon, listo para lanzarse sobre él, si no fuera porque Nicolás, con un movimiento ágil y decidido, se levantó para colocarse entre ellos como un escudo .

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora