13. Una apuesta

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"Me atrevo a apostar que, en este preciso momento, en alguna parte de Escocia, hay un Bridgerton compitiendo en algo. Puede que sea una carrera de caballos, un torneo de ajedrez o incluso un concurso de baile. Y puedo asegurarle, querido lector, que no se tomarán a la ligera ninguna de estas competencias.

Para los Bridgerton, cada desafío es una oportunidad para demostrar su valía. Nadie puede igualar el espíritu competitivo de un Bridgerton. Es algo que llevan en la sangre, en el corazón. Y es exactamente eso lo que los hace tan formidables".

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

14 de mayo de 1815

—Nunca debes permitir que un hombre te bese. Después de eso, siempre esperará más.

El comentario inesperado de Eloise rasgó la tranquila atmósfera, y a pesar de que Friedrich mantenía sus ojos firmemente cerrados, se encontraba en la incómoda posición de ser un oyente involuntario. Intentó mantener su semblante impasible, simulando que los murmullos femeninos no llegaban a sus oídos.

—Eso no es una ley universal, Eloise —intervino Francesca, su voz suave y clara como el cristal llevaba consigo un tono de sabiduría que a menudo parecía faltar en las discusiones de los Bridgerton.

—Ah, ¿sí? —Eloise se giró hacia su hermana, la incredulidad palpable en su voz—. Mira lo que te sucedió a ti después de dejar que John te besara. Dos meses después y ya te encuentras en la ruina.

—Mudarse a una mansión en Escocia no es exactamente lo que yo llamaría estar en la ruina —Edwina se sumó a la conversación. Friedrich no pudo evitar que una risa interna se apoderara de él al escuchar la réplica ingeniosa de la señorita Sharma.

El príncipe se encontraba disfrutando de la charla que ocurría en su habitación, aunque él no fuera tomado en cuenta. Se preguntó si había algo en Edwina que le resultara desagradable, algo que pudiera hacer que su atractivo se desvaneciera. Pero la respuesta fue un rotundo no; hasta ese momento, la personalidad de la joven parecía armonizar de manera casi perfecta con la suya.

—Lo que trato de decir —continuó Eloise— es que, si Francesca hubiera rechazado ese primer beso de John, habría evitado enamorarse.

Friedrich, que había mantenido su rostro inmóvil como si de una máscara se tratara, se esforzó por no fruncir el ceño ante las palabras de la señorita Bridgerton. Había algo en su tono, una insinuación, que le resultaba incómoda, como si estuviera sugiriendo que sabía más de lo que él hubiera preferido.

«Las mujeres suelen hablar de estos temas entre ellas», se recordó a sí mismo. Y después de tantos años compartiendo su vida con una hermana parlanchina, estaba más familiarizado con ello que la mayoría de los hombres. Seguramente, si Edwina y Eloise eran tan cercanas como parecían, habrían compartido historias de amores y besos. Sin embargo, eso no evitaba que se sintiera un poco incómodo al ser un oyente involuntario de tales conversaciones.

—No hay nada que pudiera haberme detenido de enamorarme de John —declaró Francesca llena de convicción.

—Espera un segundo — terció Edwina, su mente trabajaba rápidamente para unir las piezas—. Eloise, mencionaste dos meses, pero el compromiso ha sido solo por un mes...

—Silencio —murmuró Francesca, su voz era apenas un susurro.

Friedrich mantuvo su rostro inexpresivo, aunque se rio para sus adentros. Parecía que él y Kilmartin compartían más en común de lo que había pensado.

—Pensé que habías conocido a John en el baile de tu madre —dijo la señorita Sharma con un toque de confusión en su voz.

—La verdad siempre encuentra la forma de salir a la luz —declaró Eloise.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora