17. Una boda II

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Entre los arreglos florales, los brillantes candelabros, los espejos enmarcados en dorado y la vajilla de oro que adornaban cada mesa —cortesía de su tía—, lo que realmente capturó la atención de los invitados fueron las jirafas que paseaban majestuosamente por el jardín. A pesar de todos estos detalles espectaculares, para Friedrich y Edwina, nada en aquella fiesta podía hacerlos sonreír más de lo que ya lo hacían. Estaban envueltos en su propia burbuja de felicidad.

—Duquesa de Posen, Princesa de Prusia, ¿me concede el honor de este baile? —Friedrich se inclinó profundamente ante ella, con una reverencia elegante.

Ella sonrió, su mente viajó brevemente a aquel primer baile juntos, cuando su tarjeta de baile estaba vacía. Ahora sabía que su tarjeta, al igual que su corazón, nunca más estarían vacíos.

—Solo si me prometes que bailarás conmigo cada día de mi vida.

Los ojos de Friedrich se iluminaron mientras la admiraba desde su inclinación.

—Lo prometo con mi vida.

Más tarde, cuando el cielo nocturno alcanzaba su esplendor, Edwina subió a lo que sería su habitación por unas pocas noches más antes de emprender el viaje hacia Prusia.

Encontró a Kate, de pie y luchando por mantener el equilibrio con su prominente vientre, mientras su madre se afanaba en organizar el ajuar. A pesar de que la reina había supervisado personalmente todos los preparativos esa mañana, nadie mencionó nada al respecto.

—No pensé que llegaría este día —confesó su madre, secándose unas lágrimas furtivas de los ojos.

—Claro que lo hiciste, mamá —Edwina se apresuró a abrazarla, y Kate se unió al abrazo.

—Yo tenía razón —susurró Kate con una sonrisa entre lágrimas—. Sabía que Edwina encontraría a alguien tan maravilloso como ella.

Las tres compartieron risas y lágrimas por unos minutos. De repente, su madre adoptó una expresión seria.

—Es momento de que tu hermana y yo te hablemos sobre... lo que sucede... ya sabes, en la noche de bodas.

—¡Mamá! —Edwina tomó una profunda respiración, intentando contener una mezcla de risa y vergüenza—. Créeme, Kate ya se ha encargado de eso.

La madre parpadeó y luego su mirada se desvió hacia la prominente barriga de su hija. Se secó las lágrimas restantes con un gesto decidido.

—No hay nada nuevo que enseñar —Kate le guiñó un ojo, con un tono de complicidad en su voz—, a menos que el príncipe tenga algo nuevo que enseñarle a Edwina.

Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso, y agradeció en su interior que la luz emitida por los candelabros fuese tan suave, ocultando parcialmente su sonrojo. Y cuando su madre y su hermana terminaron de prepararla para la noche y finalmente se marcharon, sintió una transformación dentro de sí. Ya no era más la señorita Sharma de antes. Había cambiado, y ahora una mezcla de felicidad embriagadora y una nostalgia se abría paso en su pecho.

Cuando Friedrich llamó a la puerta y la encontró llorando, sintió un sobresalto de preocupación.

—¿Pasa algo? —Se acercó a ella con paso firme y le colocó las manos en las mejillas con delicadeza—. Si quieres... si no estás lista... puedo esperar todo el tiempo que necesites.

Ella movió su cabeza, despejando cualquier malentendido, y soltó una risa nerviosa que iluminó su rostro.

—No, no es eso. Estoy llorando de felicidad —dijo, y su risa se hizo más clara, un sonido melodioso que alivió el corazón de Friedrich.

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⏰ Última actualización: Mar 29 ⏰

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Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora