9. Máscaras II

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"Quizás un disfraz temporal es todo lo que necesitamos para revelar nuestra verdadera identidad. A veces, una máscara no oculta, sino que permite descubrir quién somos en realidad".

Revista de sociedad de Lady Whistledown

19 de abril de 1815

Sin creer realmente lo que estaba pasando, Edwina se encontraba en medio del baile al cual se había negado a asistir. No obstante, no podía ignorar el hecho de que Eloise había demostrado ser espantosamente persuasiva después de media hora de lamentos y ruegos. Incluso tuvo que reconocer que esbozó una sonrisa cuando descubrió que su amiga había estado escapándose secretamente durante las noches para crear su propio disfraz para el baile. A pesar de sus inusuales características, el atuendo parecía ajustarse perfectamente a ella.

—Dime una vez más —inquirió Benedict, intentando hacer que su voz destacara por encima del atronador sonido de los violines—, ¿Por qué te has disfrazado de Lady Whistledown?

Eloise había tenido la tremenda idea de diseñar un vestido color crema adornado con múltiples ediciones de la popular revista desde el escote hasta el bajo del vestido.

—Porque es un baile de máscaras —respondió con un tono que dejaba claro su impaciencia, mientras rodaba los ojos que eran lo único que se veía bajo su antifaz decorado con letras impresas. Cruzó los brazos y frunció el ceño en dirección a su hermano—. Si alguien conoce una verdadera mentira, es ella.

—Tengo ciertas dudas —exclamó Benedict, su expresión todavía reflejando escepticismo—. Recuerdo claramente cómo proclamaste a los cuatro vientos en la fiesta de mamá que eras rica... Entonces, o tienes información privilegiada de quién es Whistledown y estás aquí para enviar un desafiante mensaje, o, —dijo acercándose a Eloise con una sonrisa de sospecha, tocándole suavemente la frente con un dedo—, eres realmente Lady Whistledown, y estás nadando en un mar de monedas.

Eloise respondió con una voz cargada de diversión:

—Si realmente fuera Lady Whistledown, —dijo mientras se apartaba de la mano de su hermano—, nunca dejaría que lo supieras.

—Ciertamente no estás haciendo un gran trabajo ocultándolo — replicó Benedict, riendo entre dientes ante el juego de su hermana.

Edwina, que hasta entonces se había estado riendo junto a ellos, parecía tener la mente perdida en otros pensamientos. Era difícil adivinar qué tormenta se cernía bajo la tranquila superficie de su expresión. Sin embargo, se había percatado de que no podía evitar echar furtivas miradas a los jóvenes rubios que merodeaban a su alrededor, rechazando más de una invitación a bailar para evitar encontrarse con él. «¿Estaría cayendo en una paranoia injustificada?» Al fin y al cabo, no todos los hombres rubios eran como él.

—Tengo sed —murmuró Eloise, utilizando la última edición del cotilleo del día como abanico.

—¿Limonadas? —sugirió Benedict de repente, sin embargo, sus ojos se encontraban fijos en una figura al otro lado del salón.

Edwina, absorta en sus pensamientos, tardó unos segundos en registrar su pregunta. Incapaz de apartar la vista de la dirección que su casi hermano observaba, se encontró frente a la visión de una hermosa imagen que bien podía ser la realeza de los cuentos de hadas. Era una mujer de belleza deslumbrante con un magnífico vestido de seda color plata que se ajustaba a su forma como si hubiera sido hecho a medida para ella. Su traje estaba intrincadamente adornado con incrustaciones de perlas, que le daban un aire de elegancia inigualable. Llevaba sus rizos de color rubio oscuro elegantemente en un moño suelto en lo alto de la cabeza, y un antifaz cubría su rostro, revelando solo sus impactantes ojos verdes.

Un príncipe para Edwina [Bridgerton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora