[26] Diferente tipo de amor

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Dedicado a Paola6529

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ANGELIQUE


—Marie—pronuncié su nombre lentamente, presa del miedo. Ella sostenía un arma de fuego entre sus manos temblorosas.

—Yo… lo siento, Angelique.—Omití el hecho de que Brandon estaba tendido sobre el suelo, posiblemente muerto, para pensar con cabeza fría. Ella no estaba en sus cinco sentidos—. Tuve que hacerlo.

—Lo sé, no es tu culpa.—Me mordí la lengua para contener el coraje y la repulsión al entender su posición—. Tu enfermedad…

Soltó una risita nerviosa, aún sostenía el arma apuntando hacia mí.

—No lo dije por él —lo señaló con la cabeza, el desprecio era notorio—. Lo digo porque tendrás que venir conmigo.

—¿Qué?

—Súbete al auto—ordenó, sus manos de pronto dejaron de temblar—. Anda, ¿A qué esperas? ¿Quieres que lo haga por las malas?

—Marie, ¿Por qué… por qué lo haces?

—No preguntes nada y súbete al maldito carro antes de que no mida los disparos del arma.—La claridad con la que lo decía me dejaba sin aire, no estaba jugando.

Alcé mis manos al aire, rindiéndome, puse un pie dentro del vehículo para ocupar el asiento del copiloto. Ella tomó el lugar del piloto, pero antes de emprender el viaje, en un movimiento rápido y ágil, sacó un pañuelo de su abrigo largo y me lo puso en el rostro. No me quedó mucho tiempo para defenderme, el sedante actuó más rápido.

[***]

Desperté dentro de la habitación en la que dormía con Adrien, no pude evitar sentir náuseas al tener que estar aquí de nuevo. Ya no quería volver. Odiaba el hecho de estar en esta habitación, no necesitaba de más pruebas, él me había traído a la fuerza una vez más. Él era el causante de que Brandon estuviera mal herido por ahí.

Gruñí de rabia pura al recordar que Brandon no estaba bien, que posiblemente estaría muerto por mi culpa. Si no me hubiera involucrado con Adrien, Brandon jamás habría sufrido un ataque de este tipo.

Lloré en silencio, el coraje y la furia corría por mis venas. Necesitaba hacer algo, pero encerrada dudaba poder hacerlo. No podía actuar. Estaba presa, condenada a quedarme a su lado. Tampoco era hipócrita, todavía lo quería, pero a la fuerza no era mi prototipo de amor de ensueño.  

Enterré mis uñas sobre mis antebrazos, haciéndome pagar por lo que había pasado, con alguien o con algo sentía el impulso de desquitarme. Estuve a punto de empezar a barrajar cosas contra el suelo hasta destruir la habitación, pero entonces unas voces se oyeron discutir al otro lado de la puerta. Tal como la última vez, me pegué contra la puerta a escuchar a los hermanitos satánicos.

EL FUTURO QUE NUNCA LLEGÓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora