[6] ¿Qué quieres conmigo?

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ANGELIQUE

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ANGELIQUE


Miré de nuevo el reloj en mi muñeca, eran las 7:30 p.m. y Adrien aún no llegaba a nuestra reunión. ¿Le habrá pasado algo? ¿Y si un carro lo arrolló? ¿O una vaca? ¿Quizá chocó con un árbol?

Meneé la cabeza tratando de ignorar esos pensamientos intrusivos. ¿Desde cuándo me preocupo por alguien más que no sea yo misma?

Levanté mi trasero del pavimento con la intención de irme del lugar, ni de broma iba a continuar esperándolo por más tiempo. Habíamos quedado en vernos en el mismo puente de siempre a las seis en punto, pero ya se ha demorado demasiado. Cuando mis piernas caminaron más de ocho pasos, me detuve al ver que Adrien venía corriendo a toda prisa hacia mí.

Puse mi expresión más indignada que encontré, debía dejarle en claro que esta vez le iba a costar caro que lo perdonara. Un beso quizá sea el pago de su falta.

Cuando Adrien estuvo cerca, noté que su vestimenta era totalmente blanca, desde sus zapatos hasta su bata. «Viene del trabajo», supuse.

— Lo lamento—dijo con voz ahogada por haber corrido, y se llevó una mano al pecho antes de tomar bocanadas de aire tratando de estabilizar su respiración—, tenía trabajo.

—Ajá, pero demoraste más de una hora y media.

—Sí, lo siento…

—Tus perdón no resolverán el hecho de que estuve esperándote mucho tiempo, ¿Si sabes que tengo cosas que hacer?

—Oh, pues perdón, quizá ese paciente que llegó accidentado era menos importante que tu valioso tiempo.

No dije nada. Discutir con Adrien era igual que discutir con un perrito, bueno, al menos los perritos te mueven la cola y Adrien ni siquiera…

—¿Escuchaste lo que te dije?—Sus ojos color miel me miraban con curiosidad.

—Em…yo…

—Perdida en tus pensamientos,—suspiró—, como de costumbre.

—En mi defensa…

—Mejor calla, Angelique, estoy agotado y quisiera descansar. Lo que anhelo en estos momentos es poder estar en mi cama.

—¿Y por qué no me avisaste? Quizá pude haberte justificado, ¿Para qué hacerme esperar tanto?

—Porque quería verte.

Mis ojos se abrieron de más por la impresión que me causó escuchar tal confesión.

EL FUTURO QUE NUNCA LLEGÓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora