[17]Di que me amas

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 ANGELIQUE

Cuatro días después

Mi mente no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Era o no era Adrien el que me espiaba desde el árbol, bajo las sombras?

Esa noche que lo vi por primera vez, me apresuré a subir a mi habitación para ver a través de la ventana si el hombre seguía en ese mismo sitio. Cuando llegué, ya no había nadie. Pasó por mi cabeza que fuera obra de mi imaginación, pero es que se veía tan real. Sin embargo, mis sospechas de que me esté volviendo loca disminuyeron en los siguientes días porque él llegaba, siempre a la misma hora.

Por más que he tratado de pillarlo antes de asomarme y dar la cara, jamás logro llegar antes que él. Creo que las ganas de que sea Adrien se han convertido en una obsesión. Solo que mis pocas esperanzas de que sea él se esfuman al recordar sus últimas palabras: «No quiero verte de nuevo por mi casa. Si vuelves te echaré de la misma manera que a Charlotte… o hasta peor, así que no lo hagas por tu bien.»

Adrien ya no quería saber más de mí, lo había dejado bien claro. Tenía bajas posibilidades de que se tomara el tiempo de venir a espiarme. Aunque, quizá sí había una bajita y casi nula razón del por qué se aparece en mi casa: yo aún no volvía a mostrar subordinación y rogarle que regresara conmigo. Su plan no se había finalizado.

Hoy era la quinta vez, faltaban un par de horas para que el cielo se oscureciera, todavía no era hora de que él llegara a establecerse detrás del árbol.

Me acomodé el pelo y arreglé mi busto para hacerlo resaltar en el escote del vestido rojo. Iba a salir con Brandon a un bar concurrido. El yeso que envolvía mi pierna ya me lo habían quitado, lo cual me daba más libertad—sin excederme— de ir a dónde yo quisiera a divertirme.

El timbre sonó, estaba segura que la persona que había llegado era Brandon, él era tan puntual.

Me había vuelto cercana a él, tenerlo como un amigo ayudaba a olvidarme de Adrien por unas horas. Me convenía seguir siendo condescendiente si quería lograr mi cometido.

—Te ves hermosa—dijo, recorriendo mi cuerpo sin ningún rastro de perversión en la mirada.

—Gracias. ¿Nos vamos?

Al llegar al bar nos dedicamos a beber cuanto alcohol de sabores nos preparaban. La estaba pasando bien, demasiado para mi gusto; yo solo quería mantener mi luto por varios días, pero parecía imposible.

Mi décimo cóctel me incitó a levantarme de mi asiento y ofrecerle la mano a Brandon, quien no dudó en tomarla y llevarme consigo a la pista de baile. Mis intenciones estaban claras: quería seducirlo. Moví el cuerpo al ritmo de la música latina, meneando las caderas contra su abdomen.

La música en el estribillo era más provocativa, más sensual, más erótica; tuve que poner sus manos sobre mi plano vientre para restregar mi trasero contra su pelvis. Nunca dudaba de mi efecto en los hombres, pero he de confesar que con Brandon fue demasiado rápido. Solo bastaron unos segundos para que su respiración contra mi oído se oyera pesada y errática.

EL FUTURO QUE NUNCA LLEGÓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora