Capítulo 23: Chico misterioso

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La primera noche de vuelta en su Sala Común había sido un calvario. Hermione recordaba por qué quería irse de ese lugar y aceptar el puesto de Premio Anual. Todos se veían tan felices, tan completos... le daban celos y envidia, que pudieran sentirse así. Y luego venía la culpa. Sus amigos habían sufrido y tendría que estar feliz que lo hayan superado, o que estuvieran en ese camino.

La primera semana también fue complicada. Al retirarse a su habitación, Ginny siempre la interrogaba acerca del chico misterioso. Y no podía seguir negándole que no lo estaba viendo, porque ni siquiera con un glamour pudo ocultar la marca en su cuello y la que vio accidentalmente en su muslo cuando se estaba cambiando.

La pelirroja había estado insoportable. Y estaba decidida a descubrir quién era y agradecerle por hacer vivir un poco a su amiga. El tema era que cuando descubriera que ese chico es Draco Malfoy, más que darle las gracias, querrá matarlo.

Y desde esa noche en el pasillo del castillo, donde Harry y Ron casi los descubren, Draco está... descontrolado.

Cree que el punto de afirmar que ella era suya le está haciendo algo en ese cerebro de príncipe de Slytherin. Parecía su sombra. Pero no de la misma manera cuando se había desmayado.

No.

Esto era diferente.

Y para alguien que quería mantenerlo en secreto, no estaba haciendo un buen trabajo. En clases siempre intentaba quedar cerca de ella, se sentaba con Theo detrás de su asiento y podía sentir su mirada penetrar su nuca. En Runas Antiguas tenía una excusa al menos, ya que trabajan juntos en el proyecto grupal. Sin embargo, en Pociones, que siempre se sentaba con su grupo de serpientes, cada vez tomaba una mesa cerca de ella. Solo faltaba que la obligara a sentarse al lado de Pansy Párkinson.

Y si eso no era suficiente, en el Gran Salón siempre la miraba. Creía que ella no se daba cuenta, pero no era así. Controlaba si comía lo suficiente, si su expresión cambiaba en torno a sus amigos. Sus manos estaban en puños, listo para golpear a Ron si se le presentaba la oportunidad.

Era extraño.

Nunca se había sentido así. Ni siquiera cuando salía con Ron. No tenía ese tipo de relación, el pelirrojo no era muy celoso, ni posesivo. De hecho, su relación era de amigos, con la única diferencia que se besaban y se acostaban.

Y esta especie de relación era completamente diferente. Podía sentir las manos del rubio todavía en su cuerpo, los besos de este cosquilleando sus labios, los gemidos resonando en sus oídos. Tal vez, que sea tan controlador debería haberle hecho algo de ruido, encender una lamparita en su cabeza.

No lo hizo.

De hecho, se sentía bien. Se preocupaba por ella, la cuidaba. Y nunca nadie lo había hecho antes. No de esta manera. No con tanta... devoción.

Probablemente las cosas se estuvieran saliendo de sus manos. Y los sentimientos estuvieran creciendo a pasos agigantados. No le importaba. Quería dejarse llevar, sentir. Quería vivir, y parecía que esto sólo lo lograba cuando estaba con él.

—No puede ser Zabini, lo vi compartiendo saliva con Parkinson —hace una mueca de desagrado—. A Nott ya lo descarté y era mi principal sospechoso.

—¿Sospechoso? —suelta una carcajada.

—Esto es serio, Mione. Concéntrate.

Dan vuelta en una esquina y salen del castillo en dirección a las canchas de Quidditch. No sabe por qué aceptó presenciar la práctica de la pelirroja.

En realidad, sí lo sabe.

Ginny cree que no pasan demasiado tiempo juntas y se siente culpable por eso. Además del hecho de que sigue insistiendo en saber quién es el maldito chico misterioso de ella y no quiere que ni Harry ni Ron se enteren. Así que podrá vigilar lo que diga alrededor de ellos.

Miel y Plata | DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora