Prologo

147 10 0
                                    

 Nunca me había detenido a pensar en como iba a morir, pero morir por estúpida era una buena razón para hacerlo. Claro que eso lo esperaba desde el momento en el que termine huyendo del ladrón que intento robar mi sueldo. Sin embargo, subestime la preparación del individuo frente a mí, que había disparado ya dos veces. Cada una de las balas que atravesaron mi cuerpo dolieron, por un segundo para luego sentirme amortiguada. El cielo lloraba de la misma forma que yo debería hacerlo. Solo que no sentía nada, más que alegría, era una sensación de tranquilidad inexplicable. Aunque no había vivido como para ser feliz, no considero que sea obligatorio serlo. 

 Vivir se trata de sentir, de experimentar y reír. Llorar y gritar de frustración también es una forma de hacerlo. Las risas fueron parte de mi vida, tanto como el llanto, Nunca tuve un sueño en específico, jamás ambicione a cosas grandes. Solo vivía por experimentar. Sentí el amor y la desilusión, me enamoré y rompí el corazón de alguien. Claro que no morí a los 80 años, ni nada. Pero morí a los 25, había vivido lo que quería vivir. No necesitaba más, esa era la razón por la que estaba tranquila en estos últimos momentos de vida. 

 Ahora, despertar en medio de un vagón, con unos niños peleando sobre qué casa era mejor que otra y una pelirroja grita enojada, me desconcertó por completo. Estaba extremadamente confundida. Siempre creí en la reencarnación, los multiversos y las vidas pasadas. Solo que no esperaba la transmigración. La cabeza me dolía y los chicos no dejaban de gritar aun cuando la niña había abierto la puerta. 

 "Por favor, ¿podrían callarse?" 

 Todos los seis pares de ojos giraron a mirarme, las expresiones variaban entre apenado, furiosa e irritado. Yo solo podía frotar mi frente, observando a todos en el vagón. Algo me parecía ligeramente familiar, tanto en los niños frente a mí, como en la escena y sobre todo en mi entorno. Baje la mirada a verme y llevaba un uniforme con túnicas. Fruncí el ceño. 

 "Lo lamentamos, no quisimos incomodar" miré en dirección del niño que era blanquito, con mejillas sonrojadas, ojos dorados y cicatrices rosadas en su rostro, acarició su cabello rizado, castaño claro, casi rubio. Sonreí ligeramente. 

 "Esta..." no pude terminar, porque la pelirroja me miro furiosa para luego salir tirando de la mano del niño que me miraba irritado "... bien" 

 "¡Por fin despiertas!" Se acercó un niño con cabello ligeramente largo, tan negro como la noche, unos ojos grises, tan brillantes como la plata y una sonrisa bastante coquetea, tierna, tomando en cuanta la grasita de bebe que tenía en sus mejillas. 

 "Hola" se acercó un niño gordito, rubio, bastante tímido, pues al momento de mirarlo, se puso de un rojo tan brillante como la cubierta de los sillones del vagón en donde me encontraba.

 "Hola" le sonreí. 

 "Un gusto, mi nombre es James Potter" al momento que el chico estiro su mano y vi sus rizos chocolate junto a esa sonrisa hermosa y ojos castaños, supe que estaba en un mundo maravilloso, pero no en una época que conocía a totalidad. 

 Me pare y salí corriendo, me detuve en seco en la mitad del corredor y vi solo puertas de un lado y del otro igual, parecía aquel juego de backrooms. Todo idéntico, todo aterrador, más cuando no sabía nada de nada. Ni de la persona que soy ahora, ni el que pasaría. 

 Estaba perdida, en un mundo completamente desconocido al mío. 

Autora:

Bienvenidas a esta nueva aventura.

Rose 

SaturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora