6 •| Morgan

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Rachel

Logré descansar un rato junto con los mellizos. En cuánto toqué la cama me sumergí en un sueño profundo. Christopher prometió estar cerca para vigilar a los bebés en caso de que despertaran pero como es imposible que lo hagan sin que me dé cuenta «diganle instinto maternal o como quieran llamarlo» no creí que sucedería.

Me equivoqué.

No sé cuánto tiempo dormí, simplemente desperté cuando ya había anochecido y agradezco no haberme perdido una de las vistas más preciosas del mundo. De mundo.

Christopher con mini Chris sobre su pecho. Nuestra hija tenía la carita hundida en el cuello de su padre mientras él le acariciaba la espalda con una suavidad entrañable.

Las lágrimas junto con el sentimiento de culpa me atacaron. De alguna forma me siento egoísta por no haberme ni esforzado en contactarlo, tenía miedo que los rechazara.

No podía soportar eso. No a ellos que son la demostración del amor que creí que nos tuvimos en ese entonces.

Era demasiado para mí.

Esa noche fue un poco —muy— extraña. Gracias a la enorme cama de Christopher, los mellizos durmieron entre nosotros sin ningún tipo de incómodad y no despertaron en ningún momento como suelen hacerlo, también fue la primera vez que el Coronel y yo dormimos juntos en una misma cama sin siquiera tocarnos.

«¿Cómo qué muy extraña la cosa, eh?»

Por la mañana desperté muy temprano y se me hizo extraño que Christopher no lo haya hecho también. Tomé una ducha, y luego estaba rebuscando entre sus cosas algo con lo que vestirme ya que aún no habían traído mi equipaje —o eso creí— por alguna muy sospechosa razón mi maleta se encontraba en un rincón del closet de Christopher, totalmente escondida.

Resoplé una risa antes de tomar algo cómodo y vestirme con ello. Al salir, los mellizos ya se estaban removiendo como gusanitos en su lado de la cama, así que los tomé a ambos en silencio para dejar descansar a Christopher, porque me es conciente de que tienen el sueño muy liviano y no quisiera despertarlo.

Bajé las escaleras con ambos de forma cuidadosa. En nuestra casa no habían ya que era más seguro al estar embarazada y al tener niños pequeños pero aquí hay muchas. Los mellizos balbuceaban a causa del hambre, me acerco a la cocina y hallo a Reece tomando un café mientras conversa animadamente con Alex.

Otro que se encuentra aún aquí a estas horas.

—Buenos días —saludo capturando la atención de ambos hombres.

—Déjame ayudarte —se ofrece Alex tomando a Chris—. ¿Cómo puedes cargar con ambos tú sola? Pesan demasiado.

Suelto una risa baja.

—La costumbre, lo he hecho desde que nacieron, ya no me es difícil.

—Aparte de hermosa, fuerte y luchadora —sonríe Reece con coquetería—. ¿Segura que no eres mi alma gemela, perdida?

—Tal vez lo sea ¿Quién sabe? —le sigo el juego divertida.

—Uff. Usted es una caja de sorpresas, Teniente James.

—Ex Teniente, señor Morgan —señalo tomando asiento—. La milicia dejó de ser lo más importante para mí cuando éste par llegó a mi vida, ahora simplemente soy madre y estoy feliz con eso.

—Siempre puedes volver y lo sabes —me recuerda Alex.

—En realidad no lo sé, es un tema algo complicado.

•| 𝑯𝒂𝒑𝒑𝒊𝒏𝒆𝒔 𝒊𝒔 𝒂 𝒃𝒖𝒕𝒕𝒆𝒓𝒇𝒍𝒚 |• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora