•| Epílogo |•

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Rachel

Miro al hermoso hombre frente a mí, el mismo hermoso hombre que quisiera estrangular hasta el último aliento.

Aprieto el agarre de nuestros dedos mientras muevo en círculos mis caderas. El balón de yoga resulta un distractor enmedio del dolor agonizante y la tensión persistente.

—¿Qué tanto te duele? —inquiere sereno. No parece agusto al pronunciar las palabras por lo estúpido que resulta la pregunta, pero lo hace para evitar que me refugie en lo profundo de mi mente.

A pesar de no haber dormido, se aprecia exquisito con la sombra de medialunas oscuras bajo sus ojos férreos y el cabello despeinado.

—¿Del 1 al 10? 10 —suelto con los dientes apretados.

Se mantiene cerca de mí, preocupado porque el gran peso que añade mi enorme barriga de 9 meses pueda causarme una caída ridícula.

Estoy que me lleva el demonio y solo por permitirle embarazarme 4 meses después de nuestra boda.

Y no solo eso, si no que esta vez serán 3.

3 malditos bebés

Recuerdo haberme desmayado cuando la obstetra nos lo dijo y también a Christopher perdiendo el color del rostro lentamente. Solo espero que al menos se parezcan a mí, ya sería el colmo soportar el embarazo, un parto que me aterra y que ninguno herede; al menos, mis ojos.

Suspira y manteniéndose en cuchillas, posa sus labios en mi frente besando y susurrando palabras inentendibles. El gesto apacigua mis hormonas alteradas y reduce mis ganas de asesinarlo cruelmente por meterme la polla en el  coño y correrse hasta plantar más de un bebé en mí.

Cierro los ojos y mi mente se desplaza a la vez en que le hicimos saber a los mellizos que serían hermanos mayores. Apenas tienen dos años y aún así, comprenden que la próxima vez que nos veamos mamá no tendrá a sus hermanitos en la panza sino fuera de ella.

Parecían genuinamente emocionados cuando les aseguramos que los trillizos formarían parte de su gran equipo cuando crecieran. Nunca lo pensé, pero tal vez no les parecía suficiente la compañía del otro.

Christopher insiste en que exagero, pero Sam y yo no sabíamos que queríamos una compañera más una vez que llegó a nuestras vidas, y a pesar de que ahora nos encontramos distanciadas, no cambia nada. Seguimos siendo hermanas por encima de cualquier desacuerdo o conflicto.

Las horas pasan, y mi dilatación coopera. Con los nervios quemando mi estómago, observo como alistan todo para ayudarme a tener a los bebés. Lo que me tranquiliza es que este embarazo fue lo suficientemente bueno como para evitar una cesárea de emergencia, nada de sustos antes de la fecha pautada ni falsas contracciones.

Aún así, eso no quita el miedo que lentamente se apodera de mí.

—Shhh, regresa a mí, ¿de acuerdo? —la voz de Christopher me trae de vuelta.

Parpadeo para aclarar mi vista, nuestros ojos se topan con los del otro y no rompemos el contacto por... nada en nuestro alrededor.

—No estuve la primera vez, pero estoy aquí ahora —susurra. Inclino mi cabeza en dirección de la palma de su mano para recibir su tacto reconfortante.

Aún después de nuestras equivocaciones, sigue siendo la calma en mis momentos de caos. Se me cuestionó el volver con él, y darle una segunda oportunidad cientos de veces, pero ninguno se encuentra en mi lugar en estos momentos, ninguno encuentra lo que yo en él.

Protección, seguridad y amor.

Lo último no será totalmente sano viniendo de nosotros ni tampoco el ejemplo adecuado para nuestros hijos, pero es algo que nos pertenece. Algo nuestro, creado por nosotros.

Por eso es que cuando su promesa de que todo estará bien llega, le creo fielmente.

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