❥︎ 𝐂𝐚𝐩. 9 30 𝑑𝑒 𝐴𝑏𝑟𝑖𝑙

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Le gustaría regalarle el cielo y las estrellas, tatuar su sonrisa en todas las galaxias o incluso dedicarle su vida entera. Le gustaría darle todo, pero por ahora lo único que quería de él es su compañía. Por ahora se conformo con el sonido de su risa; tenerlo a centímetros, correr y bailar por las calles de un viejo callejón. No deseaba atraparlo en el tiempo, pero quería que sea la eternidad en cada uno de sus latidos.

Tomó su mano por debajo de la mesa como si fuera un secreto que lo quería y vio dulcemente como sus mejillas se tiñeron de rojo. Era la mejor sensación del mundo, verlo nervioso aunque eso ya era normal para ellos, pasear en público y ahora, en una cena a su lado tan normal como cualquier pareja. Sonrieron ambos nerviosos. Se sentía bonito.

— ¿Qué vas a ordenar? —observó detenido el menú.

— Una langosta con camarones... Y... unas ostras. —

— Vale... —se acercó la mesera a tomar su orden. Las citas eran la mejor parte de Volkov, teniendo la iniciativa de invitarlo siempre que podían.

El restaurante de la playa, el favorito de Horacio hasta el momento. Descubrió por su parte que a ese chico de ojos bicolor le gustaba la playa, sentir el calor mezclado con el aire que traían las mareas del mar. Y se le hacía tierno que alguien que se veía "caro" le gustaban las cosas simples. No era materialista como otras personas pero siempre sonreía cuando le compraba flores.

Las noches en ese restaurante se volvieron costumbre, pidiendo siempre lo mismo, con mucho alcohol en la sangre reían de sus tonterías. Se acomodó mejor a su lado, pasando un brazo por el respaldo del sofá amplio, acorralandose, pegado a él como si no hubiera espacio a los extremos.

Su sonrisa borracha lo engañaba, contando el tiempo que Víktor se quedaba perdido en sus ojos, le parecía hasta eso tontamente adorable cuando aún ebrio se delataba a él mismo cuanto deseo sentía por él, por besar sus labios hasta acabar corriendo a casa nuevamente.

Pero seguía siendo inocente aquello. La cena fue de maravilla como siempre lo era y bajaron a la playa un rato para caminar juntos. De la mano iban en línea recta hacia ningún destino por la arena, sus zapatos fueron encargados en las escaleras del muelle, al menos ahí nadie podía robarlas.

Su borrosa sonrisa se iluminaba siempre que seguían la forma de sus labios y tontamente cayó en el agujero más profundo del amor sobre ellos, deteniendo su caminata para poder besar su boca.

Las olas del mar se combinaban con el sabor de su dulce lengua, queriendo explorar cada parte debajo de esas sonrisas encantadoras que hacían explotar su corazón.

Él, que era tormenta y a la vez paz sobre su estómago, él que buscaba coser sus heridas y que besara sus días grises buscando incluso una salida cuando no la había en ningún lado, se sentía completamente seguro, ambos, de estar en presencia del otro sabiendo que él quería su ser a lado suya así al contrario.

Él y mil veces él.

Era su lugar de paz, su guerra favorita y las treguas preferidas más convincentes. Se enamoro de como cantaba en voz baja mientras escribía sobre las hojas en su despacho y por las mañanas mientras preparaba el desayuno. Le cambio el pensamiento de la vida, " no solo trabajo " también había que vivirla y disfrutarla. Y cuando lo llegaba a tocar se derretía como una paleta en verano.

Inventariar más piropos o más mensajes cursis por las mañanas solo para volver a ver su sonrisa. Entendió que la poesía no bastaba si se trataba de él. Era él quien elijo para controlar sus suspiro y mantener su estado de ánimo perfecto todos los días.

Se separó a falta de aire de su boca, viéndose en ese reflejo de sus pupilas dilatadas a un Víktor totalmente distinto, uno alcohólizado pero de amor.

Cartas con olor amor ♡︎𝑽𝒐𝒍𝒌𝒂𝒄𝒊𝒐 ♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora