Capitulo VII

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—Bien, al menos me estoy acostumbrando a la fauna de este lugar—.

El Everfree por la noche no era tan malo como podía creer. Claro, tenía que esconderme de vez en cuando, pero podía lanzar algunas piedras o frutas que encontraba, de esa manera no era tan difícil. Sí, solo tenía que... no encontrarme con los timberwolves, esos cabrones te guían de manera distinta.

¿Cómo? Bueno, apenas escuchaban un sonido uno se lanzaba hacia él. Eran rápidos, tenía que tener cuidado con ellos y procurar hacer el menor ruido posible. Al menos todavía tenía la sartén.

Apreté los dientes en el mango para tener un mejor agarre. Claro, la telequinesis táctil tiene sus límites también a la hora de agarrar cosas, y la estaba usando para mantener el retroceso de la sartén al mínimo cuando golpeé, imagina como si tuviera pegado un resorte a la cara. No me golpearía; no tan fuerte al menos, por suerte la telequinesis táctil no usa magia en sí..., bueno, sí la usa, pero no la de mi pozo de magia, así que no me molestaba usarla, aunque sí me cansaba si abusaba de ella. Era más como una carga mental que otra cosa.

Metí la sartén a mis alforjas y saqué el cuchillo.

—ugh, tengo que afilar esta cosa—. Miré la parte que debería estar afilada en la hoja, —Bueno, estoy cerca de mi ruta—.

Hice la marca con un poco de dificultad en el árbol, todas las marcas que hago las pongo mirando al oeste, así miraba al oeste y veía la marca, mientras si miraba desde el este no las vería.

Alejando un poco del árbol miré a mi alrededor y agucé mis oídos para saber si había algo a mi alrededor, tampoco habían vibraciones en el suelo, no sabía si eso era bueno o malo.

—Si te soy sincero, no me importa. Mientras nada me ataque, estoy bien—. Me acerqué al follaje y empecé a colocar ramas en mi espalda, iba hacer una fogata para descansar un poco. —Por lo menos hoy no llovió—.

Sí, y tenía suerte en los últimos días había llovido en el Everfree. Claro, en Ponyville también, pero eso era regulado por pegasos; el Everfree se parecía más al clima en la tierra.

Apilé las ramas que había recogido en una pequeña explanada que no tenía árboles muy cerca, agarré un arbusto y lo arranqué del suelo con ayuda del cuchillo.

Se tardó un poco.

Ahora con el arbusto en mis pezuñas encendí mi cuerno y aceleré las partículas en algunas hojas del pequeño arbusto. No usé mucha magia, tampoco era como si tuviera mucha, así que me sentí bastante más cansado.

Tiré el arbusto ahora que tenía un fuego decente en las ramas. A los pocos minutos el fuego se encendió y empezó a crepitar.

Esto me traía recuerdos.

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—Papá, ¿por qué no puedo saltar la fogata?—.

—Vamos, hijo, ya hemos hablado de esto, a tu madre no le va a gustar— dijo papá mientras tenía una mano en mi espalda, —y además, todavía eres muy bajo para saltar con facilidad—, se rio mientras me daba palmaditas en la espalda mientras yo hacía un puchero.

—hmph—. Giré mi cabeza de nuevo a la fogata; algunos malvaviscos se estaban asando y había una hoya que tenía sopa de carne.

*Snif, snif*

—Huele bien. Papá, ¿cuándo está lista la cena?—, pregunté con impaciencia.

—hm—, papá miró la olla y se paró, se puso un guante y agarró un cucharón, luego sonrió, —vamos, campeón, no falta mucho—.

intenta tener una vida honestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora