XXV

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Miré un vacío sin fin el cual me devolvía la mirada. Nada ni nadie estaba en este lugar más que mi propia conciencia. Apenas podía medir el tiempo si es que eso existía en el mundo onírico que tenía.

Aunque, una voz bastante molesta llamó mi atención. Era como si alguien estuviera contando un cuento para dormir bastante extraño y referente a caballos.

Era hilarante y divertido, pero la voz solo me hacía sentir rabia.

El mundo se empezó a deshacer y vi como la luz empezó a invadir todo y las voces se hicieron más claras.

—¿Qué haces, Applejack?—.

Abrí mis ojos para ver al otro lado del vagón y cómo parcialmente la puerta de este me cubría de miradas indiscretas.

—Ah, Spike, solo le estoy contando un cuento para dormir al Árbol de Manzanas—.

—¿Le... estás contando un cuento a un árbol?—.

Incluso antes de que Applejack pudiera responder, abrí mi boca.

—Los árboles crecen mejor cuando les hablas o tienes conversaciones positivas con ellos..., o eso me dijo mi abuela—.

El lagarto sobrealimentado morado chilló de miedo. La yegua solo se sobresaltó, pero me miró inquisitivamente.

—Ught, están haciendo mucho ruido—. Me moví en mi posición acostada en el suelo, —Cállense mientras duermo aquí, o vayan a otro vagón a hablar—.

Escuché un resoplido indignado, pero poca protesta; O bueno, eso hubiera querido, de no haber sido por los pasos que se acercaban a la puerta. El golpe que sonó de la puerta me alertó levemente de lo que pasaría... Y si dolió.

Cuando regresé la cabeza a mirar no había nadie en la cámara.

La puerta estaba cerrada.

Suspiré, pero al menos ya estaba solo.

Así que me levanté de mi lugar y empecé a estirar mi cuerpo, y como si fuera una máquina sin engrasar, crujidos empezaron a resonar por mi cuerpo por la cantidad de oxígeno acumulado en mis extremidades.

Dando algunos suspiros de alivio por algunos estallidos en mi columna, miré el árbol de manzanas que aún tenía colgadas algunas, en la única cama del vagón.

—Genial, duermo en el suelo, pero que el árbol esté cómodo—.

Divagué algunas incoherencias y algunas palabrotas en voz baja al aire mientras me movía y estiraba por el vagón.

*Gurp*.

Suspiré cansado.

—Sí, lo sé. Tienes hambre, yo también—.

Solté las alforjas que tenía en mis flancos y las coloqué enfrente mía, mientras apoyaba la espalda en el vagón, podía sentir como este se movía y el crujir de los materiales. Saqué un par de magdalenas que tenía. No tenía muchas, y este viaje se estaba alargando más de lo que pretendía.

Al parecer, a estos ponys terrestres no les gusta que alguien haga el trabajo por ellos.

Cuando vi que el que manejaba tiraba con un arnés con sus ayudantes el tren. Mandé a la mierda el sentido común..., o por lo menos, lo poco que me quedaba.

Masticando una comida sin sabor pero nutritiva al fin y al cabo, me quedé despierto un rato más antes de ir detrás de la puerta y volver a intentar dormir.

O eso hubiera hecho si alguien no me estuviera mirando por la puerta.

Parpadeé, mirando al intruso no tan intruso que me miraba. Abrió la puerta y la pony cian con melena tecnicolor entró al vagón... Fue incómodo.

intenta tener una vida honestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora