Capitulo XXVII

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Las lágrimas se habían secado hacía horas, y solo me quedé mirando el atardecer, mientras el tren volvía a Ponyville. No sentía hambre, y dudaba si la sentiría por un tiempo... Y el atardecer; recuerdos llegaron a mi cabeza recuerdo que prefería mantener encerrados en una botella..., ese corcho, esa caja donde estaban esas botellas, ya había estallado.

Por suerte para mí, había traído Bits y compré una gran cantidad de sidra de manzana, que era lo más fuerte que tendría ese bar de mierda... ¿o solo no me vendieron otra cosa?

Me llevé la botella a la boca y di un largo sorbo. Alejé la botella y la miré. El reflejo presentó a dos caras alegres felices, luego una que chocaban sus botellas y por último, una reunión de varios cantando una estúpida canción.

Me llevé la botella a la boca y al terminar de otro trago. Dejé la botella en una caja apartada del resto. Conté otras trece botellas, ¿o eran quince?..., realmente con la cabeza dando algunas vueltas podía haber contado la misma botella más de dos veces... pero no importaba a estas alturas.

Abrí otra botella, la tapa salió volando a algún lugar.

—Aght—.

Mis oídos se movieron alerta, y parte de la ebriedad que apenas se había empezado a instalar se disipó. Giré la cabeza y miré a la yegua que estaba en la habitación.

Amarillo mantecoso y una melena rosa.

—¿No que estabas aterrada de mí?—.

Pude verla con mi ojo izquierdo. Se había encogido mucho... mucho más de lo que creí posible para un pony. Pero no dejó de mirarme con ojos grandes, y por sorprendente que sea, sus orejas no estaban aplastadas en su cabeza mirándome o estaban atentamente mirándome. Estaban simplemente impasibles en su cabeza. Era extraño.

—Mhm..., y-yo, sigo e-es-estando aterra-d-da, p-pero cuando te vi... E-estás lleno de dolor—.

—Dime algo que no sepa... y si solo era eso—. Me giré y dejé de mirarla para seguir mirando el cielo nocturno a través de la ventana, di un sorbo a la sidra. —Puedes irte, realmente no estoy de humor para hablar—.

Escuché como se retorcia y volvió a levantarse. Se acercó a paso ligero, tan ligero que solo lo podía escuchar porque el vagón vibraba. Pronto el lugar al lado contrario a mi asiento fue ocupado.

—¿Qué es lo que realmente quieres?—.

La escuché sobresaltarse, pero más asombrado estaba yo por su audacia y su valentía.

—Yo... yo hablé con los familiares de «Jeremy». T-también estaban en la sala... una de esas cadenas...—. Vi cómo en vez de seguir, simplemente levantó una parte de su melena donde estaba quemada y rota como si algo la hubiera dañado.

—Me disculpo por eso...—.

—No hay... problema..., pero quería saber, esas historias sobre ese viejo semental—.

—¿Estás relacionada con él de alguna manera?—.

Vi cómo negó con la cabeza, y estaba a punto de perder el interés.

—Al menos no sanguíneamente—. Mi ceja se alzó ante eso y esperé a que terminara. —Él me cuidó el día que caí de Cloudsdale. Me enseñó varias cosas—.

—Dudo mucho que hayas puesto en práctica muchas de esas lecciones—.

Frunció el ceño, pero no lo negó.

—Eran un poco brutales y mezquinas—.

Me encogí de hombros y tomé otro sorbo a la botella.

—¿Tomas para aliviar el dolor?—.

intenta tener una vida honestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora