Parte 1

563 34 14
                                        


No sabía cuándo había comenzado todo a cambiar.

No sabía cómo ni por qué, pero las mañanas ya no eran lo mismo. Antes, despertar era solo eso: abrir los ojos y seguir con la rutina. Ahora, se sentía como un peso invisible aplastando el pecho. Un peso que parecía venir de alguien que estaba a su lado, pero a la vez, tan lejos.

Tord evitaba pensar en eso, aunque la confusión le carcomía por dentro. Negaba cualquier cosa que se le pareciera a lo que estaba sintiendo. Se decía que era ansiedad, estrés, aburrimiento, cualquier cosa menos lo que su corazón intentaba gritar sin permiso.

Se levantaba temprano, como siempre, tratando de no llamar la atención. Su mirada era esquiva, sus movimientos mecánicos. No quería que nadie notara que algo estaba mal, especialmente no Tom.

Porque Tom... Tom era un enigma envuelto en silencios y miradas duras. Era frío, directo, a veces hiriente sin proponérselo. Pero también había momentos, raros y fugaces, donde Tord creía ver algo más profundo, algo que no terminaba de entender.

El desayuno era un silencio incómodo que pesaba más que el aire mismo. Tord trataba de concentrarse en su café, en las noticias que Edd ponía de fondo, en cualquier cosa menos en lo que le quemaba la garganta.

"¿No vas a comer?" preguntó Edd con una sonrisa cansada, dejando el plato de pan tostado frente a él.

"No tengo hambre," respondió Tord sin mirarlo.

Edd solo asintió, preocupado, pero no insistió. Sabía que Tord tenía sus demonios y que él no era quien para sacarlos a la luz.

Entonces llegó Tom.

El sonido de sus pasos fue suficiente para que Tord enderezara la espalda, tensando los hombros como si prepararse hiciera alguna diferencia. Tom entró a la cocina con su habitual aire de desgano y su suéter a medio poner. Su cabello estaba despeinado, su expresión cerrada. El mismo de siempre, pensó Tord, pero había algo en su presencia que lo inquietaba. Algo que lo mantenía al borde, como si solo con estar ahí activara una alarma muda dentro suyo.

Tom no saludó. Nunca lo hacía. Fue directo a servirse café, ignorando el plato que Edd le dejó junto a la taza. El silencio volvió a instalarse entre los tres, denso como una niebla.

—Gracias —murmuró Tom al fin, más por cortesía que por verdadera gratitud.

—De nada —respondió Edd, forzando una sonrisa antes de mirar a Tord y luego a la salida—. Tengo que revisar unos planos. Matt dijo que el generador no... en fin. Los dejo solos.

Se fue casi corriendo.

Tord clavó la vista en su taza vacía, sintiendo cómo el ambiente se cargaba solo con la respiración de Tom. No sabía por qué últimamente cualquier mínima interacción con él lo dejaba agotado. Tal vez por eso se había vuelto tan sensible, tan propenso a saltar ante cualquier comentario. O tal vez... era por lo que no quería admitir.

—¿Otra vez sin dormir? —preguntó Tom de pronto, sin apartar los ojos de su café.

Tord levantó la mirada, sorprendido por la pregunta. No porque no fuera evidente, sino porque Tom no solía notarlo.

—¿Te importa?

Tom frunció el ceño, no por la respuesta, sino por el tono. No era hostil, pero sí una provocación apenas velada. Como si Tord estuviera cansado de fingir.

—No. Solo que das pena cuando pareces un fantasma.

—¿Y tú? —espetó Tord—. Al menos yo no huelo a whisky barato a las ocho de la mañana.

Solo tú. (Tomtord)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora