17. Punto para la señorita Maura

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Tengo a mis amigas delante de mí en la mesa del bar al que solemos ir siempre cuando queremos tomar algo rápido. No paran de hablar de cosas que les han pasado estos días, las observo con mi cerveza entre las manos, pero no digo nada. Estoy distante y ellas lo notan. Sé que tarde o temprano se callarán, me mirarán como tres buitres y empezarán a preguntarme cosas. No me apetece hablar, contarles lo que me ha pasado a mí. ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo les digo que ayer pasé la noche en casa de una chica a la que no conozco de nada? Luisa me miraría con cara de loca, ella ha leído mis mensajes con Maura en Tinder, pensaría cosas que no son y sería la primera que se llevaría las manos a la cabeza.

—¿Qué pasa por tu mente? —pregunta Reme señalándome con el cuello de la botella.

—Nada.

—¿Nada? Estás pensando en muchas cosas ahora mismo.

—Que no, os estoy escuchando —protesto.

—Está pensando en Javier —bromea Liv—. En sus labios, en sus ojos, en todo su cuerpo.

—Ese que todavía no ha explorado —se queja Reme—, y me parece fatal.

—Todo a su tiempo. —Les digo, tratando de relajarlas y que no desvaríen—. Si tiene que pasar algo, pasará. No hay que forzar las cosas.

—Con ese tío bueno sí hay que forzar las cosas —admite Liv—. Porque ya te dijimos que si no es contigo, será con otra.

—Todo va bien con él —les explico—. Le gusto, y sé que quiere seguir conociéndome. Ya veréis como surgirá.

—Ese hombre es el futuro padre de tus hijos —vacila Liv—. Lo estoy viendo.

—¡Cállate! —le digo, molesta—. No voy a tener hijos con Javier.

—¿Y tú qué sabes? La vida da muchas vueltas.

Tomo una bocanada de aire para hablar, pero mantengo la boca cerrada. No puedo decirles nada relacionado con Maura, simplemente no puedo. Tendría que contárselo todo y no me gusta la idea, al menos no de momento. Viven muy felices en una mentira. Hablarles de Maura supone tener que dar muchas explicaciones.

—Deberías de invitarle un día aquí —propone Liv.

—¿Con vosotras? —enarco las cejas y una mueca aparece en mis labios—. Ni de broma.

—Yo tampoco lo haría —admite Luisa.

—Si somos inofensivas. —Dice Liv.

La conversación se dirige a un recuerdo; cuando Reme invitó a uno de sus ligues con nosotras. Ese pobre hombre acabó harto, incluso de la propia Reme, la mandó a paseo días después. Claro que no voy a invitar a Javier a sentarse aquí en medio, si me quiero acostar con él, no debo hacerlo.

—Chicas, yo... os tengo que contar una cosa —les digo.

Las tres me miran con expectación.

—Ayer... —frunzo los labios pensando cómo sacar las palabras de mi boca.

—¿Ayer qué?

—Ayer vi a Roberto —Suelto de manera atropellada.

—¿Perdona? —Reme me mira boquiabierta.

—Sí, me dijo que teníamos que hablar y cerrar etapas.

—¿Hablar? —La cara de Luisa es un poema que me encantaría inmortalizar—. ¿Hablar de qué? Si no le tenías ni que dirigir la palabra.

—¡Dime que no te pusiste débil y pasó algo! —Liv, toda dramática, se pone la mano en la frente.

—No pasó nada —agacho la cabeza y suspiro—. Lo único es que me di cuenta que la complicidad que tenemos no se va a ir nunca y que, bueno... le sigo queriendo, mucho. Tiene un poder sobre mí que no sé explicar y que si..., hubiera insistido un poco más, me hubiera ido con él sin pensarlo.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora