8. Contando las horas

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He venido al trabajo sin descansar nada. La sesión de terapia de Liv y Luisa me dejó con más preguntas que respuestas, fuera de juego. Tardé horas en quedarme dormida. Normalmente, después de una de esas conversaciones eternas caigo rendida en la cama, pero ayer no fue el caso. Luisa estuvo muy pesada desde que vio que había quedado con Maura, le descuadró todo lo que ella tenía en su cabeza, y Liv insistió varias veces en quedarse a dormir conmigo porque según ella, así cuando echase de menos a Roberto, me podría abrazar a ella. A las doce salieron por la puerta y fue cuando mi cabeza comenzó a dar vueltas. Roberto, Javier, Maura... la fiesta de cumpleaños, mis amigas dando la lata, todos sus consejos. Me convertí en caos y confusión. Y lo sigo siendo ahora que estoy aquí sentada, frente a mi ordenador y mi taza de café.

—Buenos días —Eduardo se acerca a mi mesa y me deja una carpeta—, ¿qué tal te va por Internet?

Le miro, no sonrío, creo que mis ojos se lo dicen todo.

—Perdona. —Dice—. Ya, ya me voy. Aquí te dejo esto.

—Eduardo —le llamo cuando está a punto de irse. Se gira y vuelve a mi mesa—. ¿Tú has quedado con alguien de esa app?

—¿Yo? —mira a un lado y a otro. Entiendo que no quiere hablar de eso aquí en medio.

—Si me has encontrado, imagino que es por que tú...

—Sí.

—¿Sí, qué? ¿Has quedado con alguien?

—Ehm..., sí.

—¿Y qué tal? —pregunto bajando la voz—. ¿Son personas «nomales» como tú y como yo? ¿O son locos que te van a sacar las tripas?

Eduardo se echa a reír, apoya las manos en mi mesa y me mira más de cerca.

—Es un sitio seguro si eso es lo que quieres preguntar —confirma—. Hay de todo, pero la mayoría son personas sencillas y humildes que quieren encontrar el amor, o una bonita amistad, y no saben cómo hacerlo en el mundo real.

—Hay un hombre —digo, cogiendo el móvil y entrando en su perfil—, este. Me ha hablado para quedar conmigo pero... me parece extraño.

—¿Por qué? —Eduardo coge el móvil y lo mira más de cerca.

—¿Demasiado perfecto?

—¿Tú crees? —me mira arqueando una ceja y vuelve a mirar al hombre—. Es un chulito de gimnasio que solo quiere que veas sus abdominales. ¿No te has dado cuenta?

—Un poco.

—Es un ligón de primera.

Miro la foto detenidamente y frunzo los labios. ¿Por qué la idea de quedar con él hoy no me parece tan horrible? ¿Por qué me ha golpeado con tanta fuerza al ver a Eduardo? Quizá sea el hombre de mi vida y estoy aquí haciendo la idiota. No lo voy a saber nunca si no lo intento, mi compañero ha removido en mí una parte que estaba muy callada, ha removido mi curiosidad, mis ganas de probar cosas nuevas. ¿Y si Javier es el indicado? ¿Y si lo que pasó con Roberto era porque tenía que pasar para que Javier apareciera en mi camino? He dicho en incontables ocasiones en las últimas veinticuatro horas que me voy a borrar el perfil y que no quiero saber nada de este hombre pero... mis amigas me han dejado agotada, con la mentalidad agitada, y ver a Eduardo ha sido la gota que ha colmado el vaso. Mi único miedo es que sea un hombre falso pero parece que mi compi le da el aprobado.

—¿No crees que detrás de este perfil puede haber un niño de doce años? —pregunto arqueando las cejas.

—No lo creo. —Eduardo me coge el móvil para analizar de nuevo el perfil y sacude la cabeza—. Confía en mí, llevo unos cuantos años usando esta app y te digo yo que ese chico es real. Inténtalo. —Me guiña un ojo antes de retirarse.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora