22. Si no lo intentas, no lo sabrás

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La voz de Luisa borracha diciendo: «no está siendo amable, está siendo lesbiana» no para de resonar en mi cabeza desde ayer. Estoy sentada en mi oficina y no puedo concentarme en el trabajo. Voy por la tercera taza de café y me voy a subir por las paredes. Le estoy dandodemasiada importancia a la paranoia que se ha creado. Ni Maura está siendo lesbiana ni yo sonrío porque pueda sentir algo por ella, ¿estamos locos? El estómago da un vuelco al acordarme de Javier. ¿Y si le escribo? Él no lo ha hecho desde que le dejé abandonado en el bar, cosa que me parece normal, yo tampoco me escribiría. Debe de estar súper enfadado, me habrá puesto de «sinvergüenza» para arriba. Tengo que empezar a asumir que igual lo que hice estuvo muy mal y que no querrá saber nada de mí, nunca. Es más, no me extrañaría que me haya bloqueado en Tinder, ni siquiera me he molestado en entrar a la aplicación. Eduardo se planta delante de mí y me mira sonriente. Hace tiempo que no hablamos y sé que viene a buscarme por puro cotilleo, él es así.

—Buenos días, Lola.

—Hola Edu.

—¿Qué novedades tienes? —alza las cejas varias veces y sonríe.

—Nada interesante.

—¿Nos tomamos un café?

Miro la hora y acepto.

Nada más sentarnos en la cafetería en nuestro sitio de siempre, ya me está bombardeando a preguntas. Se nota que llevaba tiempo con ellas guardadas. Le cuento que conocí a Javier, que es un hombre espectacular, guapísimo, que nos besamos y que quedamos después otro par de veces. Le cuento cómo él me insistía para ir a casa y que a día de hoy todavía no ha pasado nada.

—Bueno, bueno... menuda agonía tiene que tener el pobre —suelta después de escucharme con atención.

—¿Tú crees?

—Claro que sí... yo creo que le gustas mucho, Lola —reconoce—. Y tú, pues... estás yendo despacio y eso hará que el día que tenga que pasar, pasará por todo lo alto.

Sonrío de lado y agito mi café con la cucharilla.

—Te voy a contar una cosa —musito y miro a todas partes—. Pero en exclusiva.

—Me encantan las exclusivas —se acerca a mí y me mira espectante.

—La última vez que lo vi hice una cosa... rara.

—¿Rara?

—Le dije que iba al baño y terminé yéndome del local, dejándole solo.

—¿Perdona?

Me encojo de hombros, no tengo una explicación de por qué hice eso.

—Me fui con una chica a comer gofres con chocolate.

Eduardo frunce el ceño y hace una mueca de no entender nada. Yo tampoco lo entiendo. Ahora que lo he dicho en voz alta, suena de lo más extraño del mundo. ¿A tomar gofres con una chica? ¿Por qué iba a hacerlo estando con Javier, pasando un buen rato que todos sabíamos cómo acabaría? Ah, claro..., pienso, por eso busqué la excusa de salir huyendo, porque sabía que acabaría en la cama. Mi mente buscó una salida porque en cierta manera, aunque no sea plenamente consciente de ello, me da miedo acostarme con él. Para mí, es como perder la virginidad otra vez.

—¿Estabas borracha? —pregunta, aguantándose la risa.

—No estaba borracha. Estaba... contenta.

—No entiendo el giro de los acontecimientos.

Resoplo haciendo volar mi flequillo y me encojo de hombros antes de agarrar la taza de café entre mis manos.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora