31. Pequeña granuja

392 35 6
                                    

La puerta de la habitación me sobresalta. Lo primero que encuentro a mi lado es a Maura durmiendo con la boca abierta y el pelo en la cara. Sonrío al ver esa escena, está adorable, podría acostumbrarme a despertar así todos los días. La puerta vuelve a sonar, agarro las sábanas de la cama, me tapo y tapo a Maura, ya que estamos desnudas.

—¡No se puede! —grito desde la cama.

—Servicio de habitaciones —Anuncia la voz de una mujer.

—No se puede pasar, ¿no ve el cartelito?

Maura se despereza a mi lado.

—Señoritas, hace dos horas que deberían de haber abandonado la habitación.

Los ojos casi se me salen de las cuencas, miro a Maura y la zarandeo del hombro.

—Maura, tenemos que irnos —susurro—. Hace dos horas que deberíamos de estar fuera.

—Joder... —se incorpora y se frota los ojos—. Necesitábamos dormir.

—Se nos olvidó poner el despertador.

—Claro que se nos olvidó —sonríe—. Estábamos demasiado ocupadas.

—¡¡Ya salimos!! —le giro a la chica de la puerta—. Lo sentimos, se nos ha ido el santo al cielo.

—Dense prisa, por favor.

Hago el amago de levantarme de la cama pero Maura me agarra del brazo y tira de él. La miro con el ceño fruncido, ¿qué pretende? No podemos hacer una ronda rápida, tenemos que salir de aquí. Vamos con dos horas de retraso.

—¿Un beso de buenos días? —pregunta arqueando las cejas.

Oh sí, claro. Eso sí que se lo doy.

Le doy un besito rápido y me dispongo a levantarme cuando tira de nuevo de mi brazo.

—Eso no es un beso de buenos días —gruñe.

—¿Qué besos de buenos días das tú? —pregunto, extrañada.

—Estos.

Me agarra del cuello, me atrae a ella y me da un profundo beso que consigue acariciarme hasta el alma. Quedo muy cerca de ella al separarme y una sonrisa juguetona aparece en mis labios.

—Pues sí que pones pasión a las mañanas —bromeo.

—Hay que empezar bien el día —hace las sábanas hacia atrás, dejando ver su perfecto y desnudo cuerpo—, podríamos empezarlo de otra manera más interesante, pero parece que esta gente quiere echarnos.

—Esta gente está hasta el moño de nosotras —me bajo también de la cama y comienzo a vestirme—. Y espera que no nos cobren las dos horas de más que hemos estado aquí.

—Los de la limpieza nos van a matar.

—Qué vergüenza que nos vean salir —musito—. ¿Por qué no saltamos por la ventana?

Maura suelta una carcajada.

Terminamos de vestirnos a toda prisa, cogemos nuestras cosas y vamos a recepción con cara de no haber roto un plato en nuestra vida. La mujer nos mira sonriente y teclea en el ordenador, parece que sabe el motivo de nuestro retraso y me quiero morir. Nos dice que está todo en orden y que nos podemos ir. Para nuestra sorpresa, no nos cobra un extra.

Caminamos por la calle recordando momentos de ayer. Cuando me doy cuenta, Maura me ha agarrado de la mano y un escalofrío recorre mi interior. Es algo totalmente nuevo para mí, pero entrelazo mejor mis dedos con los suyos y seguimos la conversación hasta que llegamos a la puerta de una cafetería.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora