26. O PODEMOS REPETIR

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—¡Hoy eres tú la que llega tarde!

Maura está apoyada en la pared, con los brazos cruzados y una sonrisa adorable. Intuyo que lleva media hora pensando en la frase que me iba a decir cuando me viera aparecer. Me miro el reloj de la muñeca.

—Perdona guapa, pero es la hora en punto, tú has llegado antes.

—He hecho como tú —vacila—. Venir antes para poder decirte que eres una tardona.

Me echo a reír y ella ríe conmigo. Nos miramos unos segundos y hago un amago de ir a abrazarla o darle dos besos, no lo tengo muy claro. Es ella la que me estruja hacia su pecho.

—Tengo miedo —digo.

—¿Por qué?

—Por ese «plan genial» que prometes.

—Eres un amor por querer venir a ayudarme a limpiar la casa, la verdad.

La miro extrañada y niego con la cabeza.

—Estás flipando si piensas que...

—¡Que es broma! —Se echa a reír con fuerza—. ¿Cómo te voy a llevar a limpiar mi casa? Bueno, si quieres...

—No, no, gracias.

—Bueno —suspira Maura—, supongo que ahora tendré que improvisar.

Me paro en seco y ella hace lo mismo. La miro extrañada y me doy cuenta de lo guapa que se ha puesto hoy. Va en chándal, pero está estupenda. El color gris de la sudadera queda muy bien en su cara.

—¿Cómo dices?

—Sí... tendré que improvisar un plan. —Admite.

—¿Me estás vacilando?

—No —su adorable sonrisa aparece en las comisuras de sus labios y sus ojos me miran de una manera en la que entiendo que no, no me está vacilando.

—¿Has quedado conmigo sin tener un plan? —frunzo los labios—. Es que te voy a matar.

—Me apetecía.

—Te juro que te mato —sigo diciendo—. Lo mejor es que no me sale odiarte.

Le doy un divertido empujón en el hombro y la mando unos pasos más allá. Las siguientes tres calles me las paso diciéndole que es una persona horrible (aunque no lo pienso), que esta me las va a pagar y que yo también le diré algo que luego resultará no ser. Que haya quedado conmigo vendiéndome que tenía un plan súper guay no me molesta, me gusta ver esa sonrisa de pillina que le sale cuando ha hecho «algo malo», me gusta que quisiera verme y compartir tiempo conmigo. Me parece que ha tenido una manera un tanto extraña de quedar, pero supongo que es la esencia de Maura. Y ese desconcerto y no saber qué va a pasar, me causa atracción.

—Cuando te diga que estoy aquí en lugar de en otro sitio... no te lo vas a creer.

—¿Cómo? —Se para en seco y me mira, sin expresión alguna en la cara.

—Sí, luego te lo cuento.

Me agarra de la mano, como si le hubiera entrado la prisa, tira de mí hasta la terraza más próxima, le pide a la camarera dos cervezas y nos sentamos. Ella pone toda su atención en mí y arrastra la silla para quedar más cerca.

—Eso de que tenías que estar ahora en otro sitio, me lo vas a tener que explicar mejor.

Sonrío de lado y tomo aire.

—Sí... había... bueno.

—¿¡Qué!? —pregunta con desesperación—. Habías, qué.

—Es que me siento patética —confieso.

Lola y MauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora