El domingo se me ha hecho eterno, y eso que no he hecho absolutamente nada. Esta mañana mis amigas han invadido mi casa y después me he tumbado en el sofá a hablar con un desconocido de Tinder, he visto una película hasta quedarme dormida y ahora, son las ocho y media de la tarde, está de noche (porque el horario de Octubre es detestable) y me muero de aburrimiento. Me meto en la galería y analizo las fotos de la fiesta de cumpleaños, todas son con mis amigas. Luisa sale poniendo caras divertidas, Liv acostumbra a poner morritos, Reme posa elegante, pero en la mayoría sale con los ojos cerrados. Me río al ver que no sale bien en ninguna, y entonces..., una foto con Maura aparece. ¿En qué momento nos la hicimos? Es un selfie hecho por ella, estamos en la barra con las cabezas pegadas, sonrientes y con las copas en la mano. No tengo el recuerdo de haber tomado esa foto pero... me encanta. Hago zoom a ella, analizo sus ojos verdes: profundos, poderosos, es una mujer potente. Bajo a su boca: una sonrisa de lado a lado que por el efecto espejo, me hace sonreír a mí. Es preciosa, pienso analizando cada parte de su cara, su ropa. Recuerdo lo bien que lo pasé con ella, cómo me salvó de hacer algo que no quería hacer y sobre todo, esa sensación de paz en mi interior, de bienestar conmigo misma al estar a su lado.
Una pena que no la vaya a ver nunca más, pienso cerrando la galería. Me meto a una app de comida rápida y se me hace la boca agua mirando los menús. Me muero de hambre y paso de cocinar, pediré alguna hamburguesa grasienta con patatas y un refresco para cenar. Selecciono mi hamburguesa favorita, estoy a punto de realizar el pedido cuando alguien golpea mi puerta. Joder, qué rápidos los repartidores, si ni siquiera he pagado. Me levanto de un salto y voy a abrir. Liv empuja la puerta con fuerza para que la abra cuanto antes y se cuela sin esperar a que pueda reaccionar.
—Buenas noches —dice entrando como si estuviera en su casa. Va cargada con unas bolsas de papel que me muestra sonriente—. Servicio de comida a domicilio.
—¿Cómo..., cómo...? —señalo hacia el sofá, donde tengo el móvil con el que he estado a punto de hacer el pedido—. ¿Cómo has sabido que iba a pedir cena?
—No lo he sabido. —Asegura yendo hasta la cocina para dejar todas las bolsas sobre la mesa—. Simplemente he venido. ¿Ibas a pedir?
—Sí.
—Pues eso que te he ahorrado. —Se señala el pecho, orgullosa—. Tú mejor amiga siempre aparece cuando tiene que aparecer.
—¿Mejor amiga?
—Claro que sí —sonríe, y comienza a abrir bolsas y a sacar cajas de hamburguesas y patatas—. No puedes negarlo.
—¿Por qué te gusta tanto presentarte en mi casa sin avisar?
—Porque son los mejores planes —me mira, muy seria—. Y porque me necesitas.
Arrugo el ceño.
¿La necesito? ¿Para qué?
En cuestión de segundos, Liv me llena la cocina de suciedad, se traslada al salón, donde en la mesa pone el primer mantel que encuentra en el cajón y abre dos cervezas bien fresquitas. Brindamos y le damos un trago. La verdad es que me encanta que se presente en mi casa de esta manera. Liv es la más espontánea y alocada del grupo, así que no me sorprende que esté aquí.
—Lo primero que tengo que decirte —comienza a decir, con la boca llena de hamburguesa—, es que sé quien es el chico al que te tiraste ayer.
—¿Qué?
—Sí. No me preguntes cómo, pero hablando con una amiga he llegado a la conclusión de quien es. Y vive más cerca de lo que te imaginas, no sé cómo no te lo dijo cuando vino aquí.
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Lola y Maura
RomansA Maura tan solo le bastó un... empujoncito, para aparecer en la vida de Lola.